La conmemoración del bicentenario de nuestro querido Perú llega en un contexto sumamente complejo y con un panorama poco alentador. Los estragos de la pandemia, que desnudaron aún más nuestras grandes falencias en servicios básicos (acceso al agua, educación, salud, seguridad, etc.), una precaria economía producto de la alta informalidad y las escasas cadenas productivas, así como una profunda crisis política y social que se agudiza por la polarización que existe, nos obligan a proponer soluciones concretas y de pronta ejecución para tener una nación que otorgue mayores posibilidades de desarrollo a todos sus habitantes.
Una de ellas es la puesta en valor de los diferentes mercados locales a través del apoyo en materia financiera, humana, tecnológica y en lo concerniente a la innovación de los miles de micro, pequeñas y medianas empresas, para que participen en proyectos de gran envergadura en su región. Esta no es una tarea sencilla, porque en la actualidad no poseen los suficientes recursos, pero son tierra fértil para lograr un mercado empresarial más formal y que brinde soluciones (sean productos o servicios) con mayor valor agregado. Esto permitirá que se introduzcan con mayor facilidad a las cadenas productivas existentes en los diferentes rubros y sectores. Cabe recordar que el 80 % de las empresas o unidades de negocios no tributan, por lo que una buena forma de incentivar su formalización es mediante más oportunidades para hacer negocios. Esto también necesita ir acompañado de un régimen que les brinde tasas bajas y simplificaciones.
Se requiere también de una mejora en la conectividad (aeropuertos, carreteras, puentes, conexiones fluviales, etc.), reducción de brechas en infraestructura y la generación de una mano de obra calificada a nivel técnico y profesional para que las empresas se nutran de un excelente capital humano que les permita ser más competitivas. Es indudable la responsabilidad que tienen el Gobierno central y los Gobiernos regionales, porque tienen que mejorar sus niveles de ejecución del presupuesto público, pero también es momento de que el sector privado y la academia tengan un mayor protagonismo, porque el tiempo transcurre sin que existan mejoras sustanciales en la calidad de vida de las personas.
Ahora, el potenciamiento de las empresas, la generación de mayores cadenas productiva a lo largo del país y la apuesta por una mayor industrialización no alcanza. Es necesario tener una política de internacionalización de empresas peruanas para propiciar su crecimiento, generar mayores ingresos económicos, aumentar su competitividad y fortalecer su marca. Para ello, la tecnología, el acceso a capital y una fuerza laboral más capacitada son factores clave.
Antes de cerrar este artículo, quisiera compartir un dato revelador que hace imperioso un trabajo conjunto entre los sectores público y privado, las instituciones educativas y la sociedad civil para lograr que existan más hubs de negocios a lo largo del territorio nacional, que impulsen el desarrollo de la mayor cantidad de comunidades: el Ranking de Competitividad Mundial 2021, elaborado por el Institute of Management Development (IMD) de Suiza, ubicó a Perú en el puesto 58 de 64 países, con 45.4 puntos (en una escala de 0 a 100 puntos). Este puesto representó un descenso de seis ubicaciones respecto a la edición 2020.
Sin una visión conjunta de país, en la que exista un consenso sobre las problemáticas prioritarias a resolver y las alternativas para lograrlo, será difícil avanzar y recuperar el tiempo perdido.