Por Stakeholders

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¿Qué tienen en común los negocios inclusivos y la responsabilidad social empresarial?. Esta es una pregunta que se ha venido planteando a causa del protagonismo que tímidamente empiezan a tener los negocios inclusivos. La discusión ha avanzado y hay consenso en que los negocios inclusivos que se construyen desde la empresa tienen la base de una gestión socialmente responsable; y que, articulados a la cadena de valor, son una práctica concreta de responsabilidad social de desarrollo de proveedores.

Además de estos elementos que tienen que ver más con la visión desde la empresa y para la empresa, hay otros asuntos importantes que son comunes a ambos, como la participación de otros actores en procesos, resultados e impactos. La RSE y los Negocios Inclusivos nos hacen pensar en prácticas donde la empresa es un actor fundamental, pero no por eso se enmarcan en esferas privadas, ambas tienen un impacto y un alcance social que excede las fronteras de las propias organizaciones. Entre tantos debates sobre cómo debería llamarse a este tipo de prácticas, si la filantropía es RSE o no, cómo puede medirse la gestión de RSE en términos de EVA y EBITDA, cómo lograr el escalamiento, -temas válidos desde la óptica empresarial y necesarios para avanzar con estas iniciativas- parece que perdemos de vista otra dimensión de la historia que tiene voces de otros actores que están involucrados.

Esos otros actores son personas y comunidades, con voces y rostros particulares y concretos, no una masa en abstracto condensada en el rótulo stakeholders o grupos de interés; son ellos los que viven los resultados y los impactos de las acciones empresariales emprendidas bajo la bandera de la gestión responsable o los negocios inclusivos. Este asunto, quizá por su obviedad, a veces se pierde de vista, o simplemente se desliza como un ítem en la “gestión de los grupos de interés”, tan propia de la responsabilidad social.

La inquietud por cómo establecer relaciones entre empresas y comunidades (y valga anotar, otras organizaciones como Ongs) no es menor, y no puede perderse como un tema periférico en el debate. El llamado al diálogo y a la conformación de alianzas, tan usual en estos contextos, es un asunto clave para comprender esta dimensión de relación social tan obviada.

Tanto en la RSE como en los Negocios Inclusivos esa relación está atravesada por el diálogo sobre intereses, derechos, necesidades, expectativas y responsabilidades de parte y parte, tanto de la empresa, como de las mismas comunidades. Sin embargo, ¿es cuestión de solo tener buenas intenciones para construir un diálogo y una relación gana-gana?. Me aventuro a decir que no, no es suficiente, y esto porque esta es una relación social entre actores asimétricos, diferenciados tanto en intereses, tamaño, influencias, como en las formas de capital a las que acceden (económico, cultural, simbólico). Reconocer esas diferencias no hace más difícil la relación, por el contrario, es la base para construir relaciones duraderas, donde se logre co-crear y el mecanismo de negociación no sea la condescendencia, el paternalismo o la prevención. Es ingenuo pensar que no hay preconceptos que generan desconfianza e impiden el trabajo colaborativo. Tener presente esta dimensión y explicitarla puede allanar el camino para construir relaciones de mutuo beneficio, que son el resultado de un proceso de conocerse y crear confianza, y no una característica intrínseca de las relaciones empresa-comunidad.
Por: Jenny M. Melo
Docente en CapacitaRSE, Editora en NextBillion en Español
@labuenaempresa en twitter

 

 







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