Por Percy Marquina
Director General de CENTRUM PUCP
Las decisiones sostenibles de largo plazo tendrán preponderancia sobre los beneficios económicos de corto plazo.
¿Qué tienen en común Amazon, Nestlé y Unilever? Todas han logrado ver que la sostenibilidad juega un papel fundamental en el futuro de sus empresas y del mundo. Desde declarar emisiones neutrales de carbono al 2030, hasta implementar estrategias para promover la economía circular, todas han visto que el mundo está cambiando, y el mercado premia a quienes anteponen el cambio.
Tal como muchos otros conceptos, la sostenibilidad, muy probablemente, también se redefinirá en el período post COVID-19. El concepto de responsabilidad social (RS) hasta el momento se ha tomado como la integración entre los conceptos de ambiente, social y gobierno corporativo en las operaciones de una empresa. Sin embargo, la atención que están poniendo los inversionistas y la prensa en general en convertir los actos de RS en verdadero valor es cada vez mayor.
La pandemia que atravesamos ha servido como un test para medir nuestro compromiso y evaluar las decisiones que muchas empresas tomaban solo para mostrar una apariencia, de manera que estas sean puestas a escrutinio. Durante la pandemia, las emisiones de carbono decrecieron, pero los inversionistas ahora buscarán resultados más allá del corto plazo y demandarán por tanto planes de mediano a largo plazo. La crisis que estamos atravesando ha expuesto nuestras deficiencias y viene demostrando que, para encontrar soluciones a problemas estructurales, debemos de actuar en conjunto para lograr un verdadero cambio. Esto finalmente se traduce en un incremento en la demanda por parte del público e inversionistas por planes y estrategias que introduzcan cambios.
Los sectores de energía renovable, especialmente la energía solar, se están volviendo más importantes para los sectores residenciales. Los sectores relacionados a salud, como nutrición, obesidad, alcohol y tabaco también se verán presionados por los efectos que ocasionaron en la vulnerabilidad de las personas frente al COVID-19. Asimismo, el uso del plástico ha venido siendo observado en las empresas, quienes han puesto en marcha programas para la reducción. Ello acelerará la enmienda del plástico planteada en la Convención de Basilea y que busca restringir su comercio mediante alternativas sostenibles.
En adelante, el componente de gobierno corporativo será central, pues los stakeholders tendrán especial interés en los programas de recompra de acciones o esquemas de pagos a ejecutivos tras la crisis. Con el creciente interés en la inversión de impacto, los criterios ESG experimentarán una mayor demanda al momento de invertir. Esta es una oportunidad para reaprender cómo hacemos negocios. El tiempo de tomar decisiones basadas en beneficios económicos, sin pensar en las consecuencias, quedó atrás para dar paso a las decisiones sostenibles, un principio que nuestros líderes del mañana tendrán que afrontar. Sin embargo, hace falta que las empresas no actúen guiadas solo por las recompensas económicas sino por una genuina apreciación por los derechos humanos que compartimos como sociedad.
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