Por Stakeholders

Lectura de:

Hans Rothgiesser
Miembro del Consejo Consultivo Stakeholders


Con mucha frecuencia pensamos en una persona como una cosa, como un objeto. Algo que es y con lo que nos relacionamos. No obstante, las personas no son realmente objetos que son, sino más bien procesos. Son algo que está en constante cambio y que dejarán de estarlo recién cuando mueran.

Por supuesto que hay límites a esos cambios. Una persona no cambia radicalmente cuando se gradúa, se casa o cuando es contratada. Uno se engaña a sí mismo cuando se plantea que cuando pasen los exámenes finales podrá ser una persona distinta.  Lo que uno puede iniciar es un proceso de cambio.  Una evolución que puede ser para bien o para mal.

Las personas son procesos, así como las empresas son procesos también. Muchas veces sucede, también, que alguien inicia una empresa después de haberlo planeado y pensado por mucho tiempo.  Uno tiende a creer que la empresa será una cosa, un objeto que no se va a alterar.  Se frustra luego, cuando aparecen los imprevistos que nos obligan a alterar el plan. Esto es algo que un verdadero empresario con olfato empresarial acepta como natural. Lamentablemente no todos tenemos ese perfil.

Para poder ser sostenibles en el tiempo no solamente tenemos que pensar en un ingreso confiable y constante de dinero que nos permita seguir viviendo de la empresa. Eso quizás sea válido en los inicios.  Conforme uno busca hacer crecer la empresa, por las razones que sean, se enfrentará con una serie de decisiones que tendrá que tomar y que lo llevarán por caminos que no había previsto cuando recién la inició.

En ese proceso es importante tener claro la misión y la visión de la empresa. Es lamentable que el ejercicio de definirlos se haya vuelto en un cliché, lo cual se puede constatar fácilmente al revisar las misiones y las visiones de distintas empresas emblemáticas peruanas.  Esto se puede hacer fácilmente entrando a sus páginas web.  Varias tienen misiones que se parezcan entre ellas y visiones que usan palabras sin mayor profundidad. No obstante, definirlas bien es útil. Ayuda tremendamente cuando un empresario está ante una decisión difícil que podría transformar a la empresa.

Alguien podría pensar que la definición inicial de la empresa es la que se debe mantener.  Que todos los cambios que vienen después son distracciones o desviaciones de un plan original.  No obstante, hay que tomar en cuenta que vivimos en tiempos de constantes cambios. Solamente la disrupción digital debería dejar en claro que ningún empresario puede asegurar que sabe cómo será su negocio dentro de cinco o diez años. El que lo asegura está mintiendo o es un irresponsable.

En ese sentido, hoy más que nunca es importante entender que la sostenibilidad de una empresa no solo pasa por asegurar un influjo de dinero periódico que permita pagar las cuentas. Eso ahora es parte del problema, pero no lo es todo.

Pues bien, este incremento en la sofisticación de la actividad del emprendedor puede sonar angustiante y podría espantar a muchos.  Y en el fondo esto no está bien ni mal. Ser empresario no es para cualquiera. Se requiere de cierto perfil, de cierta personalidad. Así como la actividad del médico tampoco es para cualquiera.

Aun así, hay mucho de auto confianza y de personalidad en la actividad del empresario. En ese sentido, parte de la sostenibilidad es también estar atento para contar con el estado de ánimo adecuado y no deprimirse cuando las cosas no van tan bien como se esperaba. Entre otras muchas consideraciones.







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