Por: Jorge Melo Vega Castro
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La misión de una empresa consiste en ser siempre la mejor prestadora de bienes y servicios en la actividad económica a la que se dedique. No es una misión sencilla, ya que en el esfuerzo por ser la mejor, requiere abordar tareas en la dimensión social y ambiental que quizá no formaban parte de sus objetivos iniciales.
La problemática de la infancia y los Derechos del Niño es uno de esos temas. Parecería lejano por ser filantrópico; pero una empresa que tiene un compromiso con la sostenibilidad entiende que si no se involucra en el futuro del entorno donde opera, sus posibilidades de tener éxito se verán reducidas. Para este proceso, más que una mirada a la infancia desde la acción social, la empresa debe incorporar a los niños y niñas como grupo de interés. Con esa dinámica, propia de la gestión de la responsabilidad social empresarial (RSE) y sus herramientas, resultará más sencillo y a la vez creativo repasar los impactos positivos o negativos que tiene la empresa en su accionar.
La niñez como grupo de interés
El ejercicio de abordar a la niñez como un grupo de interés nos obliga a repasar nuestra cadena de valor en las actividades primarias y en las de apoyo, observando que la empresa opera en una realidad: en el caso de Perú, una elevada informalidad. Bajo esos parámetros sabremos entonces que la trazabilidad en el origen de nuestros productos será incierta, así como mayor la posibilidad de que exista, por ejemplo, trabajo infantil en dicha provisión, o en el proceso de distribución y venta de nuestros productos. No olvidemos que el grueso de nuestro comercio y acceso al consumidor también es informal, por lo que la presencia de niños y niñas desarrollando esas actividades, con mayor o menor riesgo, se da por descontada. Esto requiere ser monitoreado.
Pero hay más dimensiones que exigen tomar en cuenta los impactos hacia la niñez, como son los casos del cuidado en la publicidad que podría llevar a tomar decisiones equivocadas, no sólo en la valoración de productos, como en los patrones de comportamiento de los niños y niñas. La empresa tiene poder y por ello una relación asimétrica en estas relaciones. Igual ocurre con los temas de seguridad, tanto respecto a los productos, información y empaque entre otros, como también en los de la seguridad física de las infraestructuras de las empresas, sobre todo en recintos comerciales.
En ese análisis de impacto de la empresa con la infancia se suma también el abordaje a la familia. La niñez demanda una sociedad con padres atentos y diligentes, pero esas madres y padres trabajan en jornadas largas e intensas que los alejan del cuidado y la crianza de sus hijos. Hemos visto datos dramáticos de pandillaje o embarazo adolescente en zonas donde las madres mayoritariamente trabajan. Ese acaso, ¿no es también una externalidad de la relación laboral? De allí surgen las políticas de equilibrio trabajo y familia en algunas organizaciones.
Frente a estos escenarios, que pueden resultar incómodos y distantes al objetivo empresarial previsto, la iniciativa de los Derechos del Niño y Principios Empresariales resulta una excelente herramienta que nos permite afrontar, de una manera ordenada e inteligente, este proceso en el que los niños y niñas adquieren visibilidad y la empresa crece al identificar potenciales peligros que difícilmente habría podido contemplar. El resultado es una Debida Diligencia que ayuda a prevenir y mitigar dichos riesgos.