Fabiola Morales Castillo
– Directora de la Dirección de Comunicación del PAD-Escuela de Dirección de la UDEP
No son pocos los fracasos, pero también hay logros del sector minero en el Perú, en sus relaciones armoniosas con el entorno social donde se desarrollan. En ambos casos, dependen de la estrategia y políticas de las empresas que son de responsabilidad, sin duda, del directorio y de la alta dirección. Es la alta dirección quien decide los lineamientos generales del negocio con respecto a los resultados que debe obtener, no sólo en el corto, sino también en el mediano y largo plazo. Al respecto, las empresas mineras que han decidido medir sus éxitos desde los aspectos económico, ambiental y social, son quienes, en la práctica, han obtenido mejores resultados, aunque no exento de obstáculos y dificultades normales.
Cuando se plantea así la estrategia de un negocio minero, el foco único no se coloca sobre lo económico, es decir, en ganar dinero a cualquier precio; sino teniendo en cuenta la remediación de los impactos medio ambientales y los impactos sociales; lo que asegurará una licencia ambiental y social auténtica que permitan llevar a cabo el proyecto desde el inicio hasta el final. Los impactos ambientales van a depender del tipo de explotación minera. Es distinto una mina a tajo abierto, a otra que no lo es. Porque tanto los mismos colaboradores, como las comunidades, deben estar protegidos de cualquier contaminación que dañe su salud en el corto o largo plazo. Las técnicas para aminorar los impactos ambientales, para gestionarlo y tratarlo, son cada vez más modernas y eficientes.
Por otra parte, las políticas de la empresa minera deben considerar la cuestión social. Para ello, es necesario el relacionamiento con sus grupos de interés o stakeholders; primero sabiendo quiénes son exactamente, sin que ninguno se quede sin participar y atender y, priorizando, el diálogo con uno o con otro, de acuerdo a las circunstancias y momentos. Esta relación con los grupos de interés, especialmente, con las comunidades, siempre ha sido un hueso duro de roer para las empresas mineras. En primer, porque el compromiso no ha partido desde la alta dirección. También, porque los profesionales de Responsabilidad Social Corporativa, muchas veces no son especializados, sobre todo en el conocimiento de las personas y sus motivaciones reales; no todo se arregla con dinero y obras materiales.
Este último punto vale una mayor ampliación. Si las empresas mineras fueran “mecanicistas”, como llamaba Juan Antonio Pérez López, a aquellas que están interesadas sólo en los resultados económicos, la motivación de sus directivos es sólo extrínseca; por tanto, ofrecerán dinero o cosas únicamente materiales, para que las comunidades, extiendan su licencia social. Si, las empresas mineras fueran psicosociológicas, van a desarrollar políticas más de filantropía que de Responsabilidad Social Corporativa, porque su motivación es intrínseca con alto grado de emotividad. Pueda ser que repartan desayunos y juguetes, en determinado momento del año, o construyan una carretera; pero no siguen unas políticas a largo plazo que beneficien a la comunidad y, por tanto, a la empresa que, así obtendrá una primera licencia social, pero no la sostenibilidad del proyecto. Cualquier líder politiquero que, eventualmente, prende fuegos artificiales más vistosos, va a persuadir a la comunidad de concluir su compromiso, porque ha sido estafada por poco conocimiento.
En cambio, si las empresas mineras optan, por lo que Pérez López llamó un modelo antropológico de las empresas, las decisiones de los directivos son muy pensadas, vislumbrando las consecuencias de sus decisiones de apoyo social, de acuerdo a las reales necesidades de las personas de la comunidad que otorga la licencia social. Las comunidades tienen una cultura y unas necesidades humanas concretas, tanto materiales; como también, necesidades de educación, conocimiento, de respeto a sus valores, de desarrollo integral como personas.
Muchos directivos mineros de las empresas son especialistas técnicos excelentes, conocedores del negocio; pero desde este el punto de vista económico, financiero, comercial etc.; sin embargo, la licencia social que deben entregar las comunidades, bajo ciertos compromisos, es uno de los aspectos que no manejan idóneamente, por desconocimiento de los procesos de diálogo y entendimiento de la persona como tal y más de las personas sencillas que exigen respeto y reconocimiento de los extraños que van a explotar sus recursos y, por tanto, deben ganarse su confianza, poco a poco.