
Por Emma Pérez
“En los momentos de crisis solo la imaginación es más importante que el conocimiento” dijo Albert Einstein. Y cierto es que cuando la salida de la zona de confort es inevitable, también es inevitable que aflore la creatividad y la innovación en las personas que buscan crear nuevos espacios y actividades que les devuelva la tranquilidad y, por qué no, la esperanza.
Esto es aplicable tanto a nivel personal como a nivel mundial. En cualquier país que no atienda sus necesidades y brechas socioeconómicas, éstas no solo se van a complejizar en el tiempo, sino que van a inspirar a más de uno a buscar soluciones y respuestas. Esa inspiración, en la mayoría de los casos toca a personas comunes que, con la iniciativa que su profesión, su tiempo y su motivación hacen nacer ideas que más tarde pueden o no transformarse en emprendimientos.
Para 2015, el Global Entrepreneurship Monitor en la categoría Early-stage Entrepreneurial Activity (TEA), ubicó a Perú como el noveno país más emprendedor del mundo y el cuarto de América Latina. Este índice es alimentado por el crecimiento económico y la estabilidad político-económica que ha vivido el país en los últimos diez años; que, en contraste, se une a las profundas carencias que aún azotan a muchos peruanos, especialmente hablando del ámbito social.
La informalidad, la pobreza, el creciente pero aún limitado acceso a educación, a servicios públicos y a todo lo que pueda englobar el término “calidad de vida”, es parte del motor de arranque de muchas personas que, por oportunidad o por su propia necesidad, se lanzan en el tobogán del emprendimiento y con más valor aún en el campo social. La pregunta es ¿entiende y valora el Perú a estos osados emprendedores que dedican su causa al área social?
Para Belmar Velásquez, Gerente de Desarrollo de la organización internacional NESST, “la definición es clave. No se tiene una definición que diferencie a la empresa socialmente responsable de la empresa o emprendimiento social. Yo hago la diferencia porque la primera corresponde al sector empresarial que desarrolla, bajo una política y un presupuesto asignado, programas con los que invierten en la mejora de las condiciones en el entorno donde están presentes.
La empresa social, por su parte, se forma bajo el concepto y la misión de ayudar e impactar en la sociedad; pero como cualquier empresa tiene que generar ingresos y ser sostenible, para cubrir sus gastos y obligaciones.” De igual opinión es Norma Pérez, Directora de ASHOKA para la Región Andina (PERÚ, COLOMBIA, VENEZUELA, BOLIVIA Y ECUADOR), quien agrega que “el emprendimiento social, en América Latina, es un término relativamente nuevo.
Hace 10 años solía no entenderse, pues el negocio y lo social convivían separados. Hay una tendencia mundial de fusionar ambos mundos: la sostenibilidad financiera y lo social. Hoy día, los negocios tienden a tener un impacto social y las organizaciones sociales están enfocadas en su sostenibilidad económica. El emprendimiento con impacto social es hoy día una vía atractiva y aplicable.”
Sin embargo, éste problema conceptual tiene otras dos grandes repercusiones: la primera tiene que ver con la inexistencia de una figura legal que identifique a la empresa social, además de darle un marco normativo y tributario, tal como hay en otros países. Lo segundo, tiene que ver con la creencia de que por ser empresas con fines sociales, éstas no generan ingresos y viven de las donaciones y la filantropía. Pero nada más lejos de la realidad, las empresas sociales deben cumplir su objetivo social generando ingresos que además les permita su sostenibilidad en el tiempo.
Manuel Silva, Especialista en Sostenibilidad y Comunicación Corporativa, y Co-fundador de Kunan, es de la misma opinión y comenta que “incluso es un problema de autodefinición; los emprendedores, por ejemplo, no saben si les conviene más ser una empresa, una asociación civil o un grupo de voluntariado.
Y de ahí no solo parte la definición de sus objetivos, sino también sus obligaciones tributarias y, no menos importante, la estrategia de sostenibilidad. A pesar de que constituir una empresa en Perú es cada vez más fácil, esto es un enorme reto para los emprendedores; aún más si consideramos que de la manera cómo constituyan ellos su emprendimiento depende la definición y la estrategia para mantenerse en el tiempo.”
Esta es una de las razones por las cuales el camino a la consolidación de un emprendedor suele ser más complicado que para cualquier otro tipo de negocio o empresa, que si cuenta con un marco legal y fiscal. El Reino Unido, por ejemplo, reconoce a los emprendedores sociales tanto en la parte fiscal y como legal; y ello les ofrece no solo mayor confianza, sino estabilidad. “En América Latina hay países como Chile, México y el mismo Perú que están comenzando a implementar políticas públicas que fomentan el emprendimiento.
Esto propicia las condiciones para que las personas puedan implementar sus proyectos y la empresa privada también pueda invertir. Hay un comienzo de la institucionalización y formalización del emprendimiento en nuestra región. Incluso, las universidades comienzan a involucrarse y a tener un rol importante en el ecosistema emprendedor”, comenta Pérez. Frente a esto, cabe cuestionarse ¿por qué la región sigue siendo tierra fértil para los emprendedores sociales?
DE LAS NECESIDADES A LAS SOLUCIONES
Dieter Wittkowski, Especialista Líder del FOMIN (Fondo Multilateral de Inversiones del BID), enumera cuatro razones por las que en América Latina nacen tantos emprendedores, pese a un entorno que no le favorece. Primero, la abundancia de jóvenes creativos que tienen visión empresarial; segundo, la existencia de problemas sociales desatendidos por otros actores sociales; tercero, la falta de oportunidades de trabajo para toda la población en edad de trabajar; y cuarto, el fuerte interés de parte de muchas personas de aportar algo a su comunidad o país.
Si bien es cierto que el aparato legal no ayuda al emprendedor, el entorno socioeconómico es el ideal para motivar a las personas a iniciar una actividad de este tipo. Y de ahí nace el emprendedor social. Para la representante de ASHOKA “América Latina tiene muchos aspectos en común y uno de ellos es que nuestra historia sociopolítica es joven. La urgencia en solventar necesidades básicas sociales y los desaciertos de algunas políticas públicas en la región paradójicamente han contribuido a fortalecer y a empoderar al ciudadano común para resolver sus propias necesidades.
Los emprendimientos desde la sociedad civil nacen como una respuesta de una Sociedad que es Agente de Cambio y está dispuesta a asumir sus propias responsabilidades y ofrecer soluciones innovadoras a los problemas.” Ahora bien, el Estado no resuelve todas las problemáticas que hay en el país, uno, porque no está dentro de su línea de trabajo o tinte político, dos, porque no tiene la capacidad de abarcar todas las áreas, o tres, porque está tratando de aplicar soluciones que no son las más adecuadas.
Por ello, es que Silva defiende la idea que el Estado debe ver a los emprendedores sociales como sus aliados y completa diciendo que “el gobierno no puede estar presente en todos lados y lo interesante de contar con la mirada del emprendedor social es que éste tiene mucho más tiempo para estar en campo, relacionándose directamente con sus beneficiarios; puede pilotear su modelo y además tiene todo el espacio para la innovación y transformación de cómo se vienen haciendo las cosas.
En ellos pueden encontrar un laboratorio de innovación social que les servirá para encontrar soluciones que, más tarde, pueden ser la base de alguna política pública que impacte a más personas y más comunidades. El objetivo de ambos es mejorar el país, por lo que lograrán más si se ven como aliados.” Sin embargo, no es solo el rasgo histórico y regional de la ausencia del Estado el que impulsa a los ciudadanos a emprender actividades de este tipo; sino que esto se suma a unas características culturales muy particulares.
Pérez sostiene que “los latinoamericanos además tenemos rasgos culturales que nos diferencian del resto del mundo y que contribuyen en nuestro gen emprendedor. Primero, quizás por la misma necesidad de supervivencia, somos osados, nos adaptamos al cambio, asumimos sin problema la incertidumbre y los riesgos y no tenemos miedo de fracasar y empezar de nuevo. Además, el latinoamericano es empático, siempre queremos ayudar a nuestros vecinos y a nuestros compatriotas.
Sin embargo, somos muy poco estructurados y planificados, y por ello hay que trabajar esto a nuestro favor.”
¿CÓMO ES UN EMPRENDEDOR SOCIAL?
Teniendo la definición de emprendimiento social, es importante detenerse a conocer un poco más de estos emprendedores, sus características y habilidades que los llevan a ser líderes del cambio en el mundo. Mathew Murphy, Profesor Asistente de Sostenibilidad en la Universidad de Victoria (Canadá) e investigador en el área de emprendimiento, señala que el emprendedor social encuentra su motivación en la resolución de un problema que aqueja a la sociedad. “El dinero y el financiamiento son importantes pero no son la motivación; la motivación siempre es creer que pueden cambiar un problema social o ambiental.
Esa es la forma en que los emprendedores sociales continúan trabajando para encontrar soluciones a problemas tan complejos como son los sociales”, agrega Murphy. El profesor añade que, es necesario que los emprendedores sociales tengan y desarrollen dos habilidades fundamentales: la resiliencia y la capacidad para relacionarse con otras personas. “La resiliencia porque el emprendedor social se enfrentan a problemas muy complejos.
Seguramente que ellos quisieran tener la respuesta correcta en el primer momento, pero eso no va a suceder. Ellos tendrán que intentar una y otra vez hasta lograrlo. Deben tener en cuenta que si esos problemas fueran fáciles de resolver, no los tendríamos. Y la capacidad para relacionarse porque ellos van a necesitar construir una buena relación con las organizaciones, con las personas con las que va a trabajar, ellos van a enfrentarse a personas e ideas diferentes y aún así trabajar con ellos, tener una buena y fluida comunicación.
Además, deben tener la capacidad de ver los problemas desde diferentes perspectivas y pedir ayuda cuando lo necesiten”, comenta Murphy. A estas se le suman otras tantas habilidades en las que los especialistas han coincidido como son empatía, liderazgo, trabajo en equipo, creatividad, proactividad, perseverancia, compromiso, disciplina (especialmente financiera), tolerancia al fracaso, saber pedir ayuda, tener claro el impacto y cómo van a medirlo y nunca olvidar la visión de negocios.
DEL FINANCIAMIENTO Y OTROS DESAFÍOS
Sin embargo, todo lo antes mencionado no es suficiente para que los emprendedores sociales puedan llevar a cabo sus ideas. El gran desafío al que todos los especialistas hacen mención es el financiamiento de estos emprendimientos. Murphy considera que es un problema de sensibilización y que “si las otras personas, las organizaciones y el mismo Estado no creen que los emprendedores sociales puedan generar soluciones, no va a ser fácil que ellos consigan los recursos económicos, humanos, de servicio, etc. que necesiten.”
Lo cierto es que esto requiere sensibilizar a los actores, lo cual solo puede ser una campaña liderada por los propios emprendedores sociales con el apoyo de sus incubadoras, aceleradoras y colegas. Pero para lograrlo lo primero es estar todos en la misma página, hablar el mismo lenguaje y compartir códigos, que hoy en día parecen no ser iguales. Murphy y Silva hablan de la necesidad de tener una comunicación asertiva, de no perder el enfoque de negocios y de contar con una medición clara del impacto del emprendimiento, con sus respectivos indicadores; para poder conquistar a los posibles inversores.
En este punto las incubadoras juegan un papel clave para acompañar a los emprendedores a desarrollar las habilidades que les ayude a acercarse a los inversionistas. De esta forma, ellos podrán contestar las preguntas, calmar las inquietudes y responder ante las expectativas que tengan los inversionistas. Silva, además, hace una comparación entre el campo del emprendimiento digital y social, en lo que se refiere a conseguir inversiones y apoyo. “En el caso de las startup digitales eso ha venido cambiando y consolidándose. Hoy en día hay más inversores ángeles, fondos públicos y privados que vienen apoyando al emprendedor digital porque se han dado cuenta que son infinitas las oportunidades. Pero en el caso del emprendimiento social esto no es así, tal vez porque son perfiles muy diversos y quizás no tengamos suficientes ejemplos que estén fuertemente consolidados como para levantar fondos de terceros.
Sin embargo, el objetivo es que cada vez estos emprendimientos se fortalezcan más para que pronto podamos contar con fondos e iniciativas enfocadas en ello particularmente.” Por su parte, Velásquez señala que la otra dificultad frente a la inversión es el proceso y tiempo que lleva hacerse rentable. “Más allá de la motivación y las ganas de trabajar que pueda tener el emprendedor social, el tiempo que generalmente transcurre, para que la empresa social empiece a generar ingresos, va más allá de 1 o 2 años.
Pero durante ese tiempo se necesita financiamiento y ahí es donde está lo más difícil porque nadie va a financiarte en ese lapso sin tener un retorno, a no ser que sea de una forma totalmente filantrópica, lo que no suele ser muy común. Muchos estudios coinciden en que el emprendimiento social necesita de donaciones para iniciar su trabajo y luego, cuando ya es una empresa podrá generar sus propios recursos”, comenta Velásquez.
Sin embargo, para el representante de Nesst “los emprendedores no deben olvidar la métrica y el seguimiento. Es tan importante medir los indicadores financieros como tener una medición rigurosa de algunos indicadores de retorno social. Medir más allá del número de personas beneficiadas, tener datos por ejemplo del nivel de desarrollo de capacidades, el aumento en ingresos que ha tenido la familia y la comunidad tras la ejecución del emprendimiento, cambios actitudinales, etc.
Esto puede ayudar a convencer a los inversionistas sobre el apoyo a la empresa social.” Otra arista de ésta problemática es que muchos de los fondos multilaterales e internacionales que existían han disminuido. Ello a la luz de que los países latinoamericanos han tenido una superación económica importante y ahora son países en vías de desarrollo. De esta forma, algunas de las empresas sociales que antes recibían apoyo financiero por parte de esas instituciones, hoy en día reciben menor cantidad o no reciben, sostiene Pérez.
Esta situación los ha llevado a reinventarse y ejemplo de ello es que algunos emprendedores han iniciado su empresa paralela a la causa social; con esa empresa lo que buscan generar ingresos que financie su causa. De manera que ellos tienen convenios empresariales para ejecutar su responsabilidad social, dan asesorías o son proveedores de otros servicios.
INCUBADORAS Y ACELERADORAS EN PERÚ
Frente a este panorama, Perú sigue avanzando en sus políticas e instituciones orientadas a promover sus emprendimientos sociales. Ejemplo de ello son las diferentes incubadoras y aceleradoras que han surgido y las actividades que están realizando, como el premio Kunan (Global Shapers Community, Gastón Acurio y Teléfonica), el premio Thaski (Concurso de Emprendimiento Sociales UP – Emprende UP, Universidad del Pacífico), el premio Protagonistas del Cambio (YouthActionNet y Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas), el Concurso de Planes de Negocio Andina cuyo programa de apoyo y asistencia es competencia de TechnoServe Perú, el concurso Emprende Ahora (Instituto Invertir – CIPE) o los premios internacionales concedidos por la Schwab Foundation for Social Entrepreneurship.
“Todas las incubadoras están comprometidas con impulsar el ecosistema del emprendedor social aunque cada una tiene un enfoque distinto. Uno de sus grandes aportes son las redes que están generando entre ellos con el fin de relacionarlos y fomentar la mentoría y el coaching para elevarlos a otro nivel”, sostiene Silva destacando el rol de estas instituciones en el fortalecimiento del emprendimiento social en el país.
Sin duda, para que se dé el éxito de un emprendedor social es necesario tener ese asesoramiento y coaching constante que dan los mentores; además del relacionamiento con otros emprendedores que les brinda la oportunidad de compartir experiencias e incluso encontrar soluciones a problemas comunes.
Sin embargo, parece que el esfuerzo de ellas aún no es suficiente. Velásquez señala que “el 60% de las empresas que se crean en el Perú cierran antes del año. Esto se da porque ellas nacen y no están basadas en ningún tipo de estudio de mercado que sustente su funcionamiento. Si se pone algo de moda entonces todos se dedican a eso, no hay disciplina financiera, se endeudan con créditos que no pueden pagar y terminan fracasando.
” Lo cierto es que muchos emprendedores no cuentan con experiencia en el área de negocios, o vienen de la amplia informalidad con la que cuentan los países latinoamericanos especialmente, y al no tener un acompañamiento cercano es difícil tener buenas prácticas que le ayuden a triunfar.
A esto se refiere Pérez cuando dice que “son cada vez más las incubadoras y aceleradoras que contribuyen en la creación y formalización de los emprendimientos. El reto que se nos viene, y que estamos apostando desde Ashoka, es promover espacios de encuentro que articulen y fomenten el fortalecimiento y crecimiento de los emprendimientos a través del seguimiento, la cocreación y el trabajo colaborativo entre actores del emprendimiento para que puedan escalar los emprendimientos y generar bienestar.”
EL CAMINO PARA LOGRAR LOS ODS
Los diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible que marcan la ruta para los países hasta el 2.030, tienen en su médula orientación social. La meta de eliminar la pobreza, el hambre, la igualdad de género, la educación, entre otros, viene marcada por un enfoque de cierre de brechas y superación de necesidades. Y ello no está alejado del enfoque del emprendimiento social. En ese sentido Silva destaca que “los ODS marcan una pauta interesante en la historia porque con ellos, por primera vez, se hizo una invitación abierta a la participación de la sociedad civil y del sector privado en el cumplimiento de los mismos. Yo creo que en este marco, los emprendedores sociales y las universidades pueden ser el complemento ideal al trabajo que están haciendo los otros sectores.
En la opinión de Murphy, “los ODS son metas muy ambiciosas que fueron creadas para buscar soluciones a problemas muy complejos, así que los emprendedores sociales deben estar en orden con ellos porque la única forma de ayudar a solucionar esos problemas es teniendo una aproximación innovadora y tener diferentes colaboradores.” Esto deja claro que, sin lugar a dudas, la innovación y la creatividad el carácter más importante que ponen los emprendedores en este camino.
“Todos los emprendimientos sociales están orientados, algunos sin querer y otros con conocimiento de causa, a trabajar con los ODS en su norte por lo que están directamente relacionados al cumplimiento de éstos objetivos. Por ejemplo, en cuanto a la igualdad de género puedo decirte que en nuestro portafolio alrededor del 60% de los emprendimientos están liderados por mujeres o tiene participación de mujeres en sus equipos. Sería un buen ejercicio realizar un estudio sobre qué temas de los ODS se están trabajando desde los emprendimientos sociales”, agrega Velásquez.
Lo cierto es que los emprendedores sociales, desde su espacio, están aportando de manera creativa a la solución de los diversos problemas que se esperan solventar para el 2.030. Pero como se ha podido ver a lo largo de este informe, no pueden hacerlo solos. Wittkowski señala que “el Estado debe crear un ambiente propicio para la creación y crecimiento de empresas sociales, debe simplificar los trámites para la formación de empresas, promover fondos o concursos de innovación para atender problemas sociales. Y por otro lado, la empresa privada debe buscar formas de atender problemas sociales en su comunidad o área de acción con las actividades de la empresa.”
La premisa más importante, en palabras de Murphy, es que “el Estado está interesado en alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, porque además esos objetivos tocan los diferentes problemas sociales y ambientales de todas las ciudades. Es una buena idea para el Estado crear el ambiente ideal para que los emprendedores sociales puedan innovar más con menos dificultades y regulaciones. Así podrán impulsar también que las empresas quieran innovar en la creación de sus productos o servicios de acuerdo a lo que los consumidores quieren o necesitan.
De forma que también se verán motivados a apoyar, con recursos, a los emprendedores sociales y buscar soluciones juntos. Y esto ocurre en sentido contrario, cuando un emprendedor social encuentra una solución innovadora, las empresas y el propio Estado pueden aprender, adaptar la experiencia y replicarla.”
Con esto, y apoyando las ideas de Wittkowski, es posible concluir que el emprendimiento social es una forma de fortalecer la democracia y la economía al mismo tiempo. Es posible empoderar a los empresarios en la búsqueda de soluciones e impactos positivos en los lugares donde opera; es posible también que estos emprendedores, por sus cualidades y habilidades, encuentren nuevas formas de atender los problemas sociales y ambientales; y sigue siendo posible que los Estados aprendan de ellos y escalen sus logros a otros lugares para ampliar sus resultados. Pero esto no se logra de un día para otro y lo primero que se necesita es la voluntad de los actores, más allá de su trabajo constante, con mucha disposición para entender la posición del otro y encontrar espacios en común para actuar en aras de alcanzar esos Objetivos de Desarrollo Sostenible.