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Los países que aspiran a crear “universidades de categoría internacional” para impulsar el crecimiento económico…

  
Los países que aspiran a crear “universidades de categoría internacional” para impulsar el crecimiento económico y competir en los rankings mundiales de las mejores universidades internacionales pueden estar persiguiendo un mito que podría tardar años en materializarse, costarles centenares de millones de dólares en la construcción y el funcionamiento de las instituciones, y aún así no producir los beneficios sociales y económicos que suelen asociarse a estos establecimientos “de élite”, según un nuevo informe del Banco Mundial publicado hoy en París durante una cumbre sobre educación superior organizada por la UNESCO.
 
 
Los dos rankings más prestigiosos de universidades de categoría internacional, publicados anualmente por Times Higher Education (THES) y la Shanghai Jiao Tong University (SJTU), seleccionan las mejores 200 y 500 universidades, respectivamente. La mayoría de las universidades calificadas como de categoría internacional corresponden a un número muy pequeño de países, principalmente del hemisferio occidental. De hecho, la Universidad de Tokio es la única clasificada entre los primeros 20 lugares del ranking de la SJTU que no pertenece a los Estados Unidos ni al Reino Unido. Para los países en desarrollo que aspiran a crear universidades de categoría internacional, ésta es una clara señal de los desafíos que afrontan para lograr su objetivo.

En el nuevo informe del Banco Mundial, titulado The Challenge of Establishing World-Class Universities (El desafío de crear universidades de rango mundial), se señala que los países que se apresuran en crear universidades internacionales de élite deben ponderar su decisión en el contexto de sus planes generales de desarrollo económico para el futuro, y determinar si pueden afrontar los enormes costos de crear y hacer funcionar esas instituciones sin desatender las necesidades del resto del sistema educativo nacional.

“Incluso en una economía mundial del conocimiento, donde todos los países industriales y en desarrollo compiten por obtener una tajada más grande en el ámbito económico, la promoción exagerada en torno a las instituciones de categoría internacional sobrepasa en exceso las necesidades educativas y el potencial de investigación de muchos de esos mismos países, especialmente en esta época de crisis económica mundial, dice Jamil Salmi, autor del nuevo informe y coordinador de educación terciaria del Banco Mundial. “No existe una receta universal ni una fórmula mágica para “hacer” una universidad de categoría internacional, pero, al parecer, una regla fundamental es que el dinero por sí solo no le permite a nadie comprar un lugar codiciado en la lista anual de instituciones mundiales de élite.”

Salmi pone de relieve que, si bien Brasil es la décima economía mundial en orden de importancia y el sexto mayor fabricante de automóviles, y es sede de empresas de prestigio internacional tales como Embraer y Aracruz Celulose, entre las 100 principales universidades del mundo no hay ninguna brasileña. De la misma manera, las universidades de Francia y Alemania, países que tienen dos de las economías mundiales más sólidas y sofisticadas y que históricamente han tenido excelentes universidades, no ocupan lugares destacados en los rankings recientes. En 2003, año en que se publicó el primer ranking de la SJTU, la mejor universidad francesa (la Universidad de París VI) ocupó del 66o. lugar, y la primera universidad alemana (la Universidad de Munich) se ubicó en el puesto 49. En 2008, la mejor universidad francesa y la mejor de Alemania ocuparon el lugar 42 y 55, respectivamente.

¿Qué se necesita para alcanzar la categoría internacional?

En el nuevo informe del Banco se señalan tres factores que distinguen a las universidades internacionales de élite de sus competidoras: alta concentración de profesores y alumnos con talento; presupuestos considerables, y visión estratégica y capacidad de liderazgo.

Profesores y alumnos con talento: En la mayoría de los casos, las universidades de categoría internacional tienen alumnos y docentes que no son exclusivamente del país donde éstas funcionan. Esto les permite atraer a la gente más talentosa, sin importar su procedencia, y las expone a nuevas ideas y enfoques. Por ejemplo, en la Universidad de Harvard, el 19% de la población estudiantil es internacional; en la Universidad de Stanford, el 21%, y en la Universidad de Columbia, el 23%. En la Universidad de Cambridge, el 18% de los alumnos procede de fuera del Reino Unido o países de la Unión Europea (UE). Las universidades de los Estados Unidos que ocupan los primeros lugares de las encuestas mundiales también tienen un porcentaje considerable de personal académico extranjero.

La proporción de docentes internacionales en la Universidad de Harvard, incluido el personal académico del área médica, es de aproximadamente el 30%. Del mismo modo, la proporción de académicos extranjeros en las universidades de Oxford y Cambridge es del 36% y 33%, respectivamente. En Francia, en cambio, tan sólo el 7% de todos los investigadores son académicos extranjeros. Sin lugar a dudas, las mejores universidades del mundo matriculan a muchos estudiantes y dan empleo a numerosos docentes extranjeros en su intento por atraer a las personas más talentosas.

En este sentido, el hecho de que las universidades de categoría internacional logren movilizar personal académico nacional e internacional muy diverso probablemente maximice la capacidad de estas instituciones para promover las redes de conocimientos.

Presupuestos considerables: En el informe se señala que para crear y hacer funcionar universidades de categoría internacional se requieren millones de dólares. Por ejemplo, a fines de 2007, Arabia Saudita anunció sus planes de crear una nueva universidad para estudios de posgrado y dedicada a la investigación, de US$3.000 millones; Pakistán planea gastar US$ 750 millones en cada una de las nuevas universidades de ingeniería, ciencias y tecnología que creará en los próximos años, y la escuela de medicina establecida por la Universidad de Cornell en Qatar en 2002 costó US$ 750 millones.

Las universidades de categoría internacional tienen cuatro fuentes principales de financiamiento: presupuesto público para investigación y gastos de operación; contratos de investigación de organizaciones públicas y firmas privadas; ingresos generados por las donaciones y asignaciones de fondos, e ingresos por concepto de matrícula.

En Europa occidental, los fondos públicos son lejos la principal fuente de financiamiento para la docencia y la investigación. En Asia, la Universidad Nacional de Singapur, que se convirtió en una corporación privada en 2006, ha sido la institución más exitosa en términos de su considerable dotación de recursos financieros, con una cartera que actualmente llega a los US$774 millones gracias a una eficaz movilización de fondos. Los Estados Unidos, y (en menor medida) Japón, tienen muy buenas universidades privadas dedicadas a la investigación.

La sólida base financiera de las principales universidades de los Estados Unidos es el resultado de dos factores: 1) una considerable dotación de recursos, que permite asegurar el presupuesto y da cierta comodidad y la posibilidad de concentrarse en las prioridades institucionales de mediano y largo plazo, y 2) el éxito de sus docentes al competir para obtener financiamiento público para actividades de investigación. En promedio, las universidades privadas más ricas de los Estados Unidos reciben anualmente más de US$40.000 por alumno en concepto de asignaciones de fondos, en comparación con apenas US$1.000 en el caso de las universidades canadienses. A diferencia de muchas universidades europeas, en los Estados Unidos estas universidades no están a merced, en lo inmediato, del financiamiento público.

Además, por lo menos dos tercios de financiamiento para investigación que obtienen las principales universidades estadounidenses dedicadas a esa actividad provienen de fuentes públicas, como los fondos para investigaciones que proporciona el Estado. Las universidades canadienses que ocupan lugares destacados en los rankings internacionales son también las que reciben más ingresos para investigación. La disponibilidad de cuantiosos recursos crea un círculo virtuoso que permite a las instituciones en cuestión atraer aún más profesores e investigadores de excelencia, como suele ocurrir en las universidades de élite de los Estados Unidos.

Visión estratégica y capacidad de liderazgo: En el informe del Banco Mundial se señala que las universidades de categoría internacional prosperan cuando existen condiciones que promueven la competitividad, las investigaciones científicas sin trabas, el pensamiento crítico, la innovación y la creatividad. Además, las instituciones que tienen plena autonomía son también más ágiles porque no están restringidas por una burocracia engorrosa ni por normas impuestas desde afuera, incluso teniendo en cuenta los legítimos mecanismos de rendición de cuentas a los que deben atenerse. En consecuencia, estas instituciones pueden administrar sus recursos con eficiencia y responder sin demora frente a las exigencias de un mercado mundial que cambia rápidamente.

No obstante, un aspecto significativo es que este nivel de autonomía no es suficiente para alcanzar la categoría internacional en ausencia de otros elementos esenciales de buen gobierno y liderazgo estratégico.

“Para alcanzar un nivel internacional, también se necesitan dirigentes inspiradores y perseverantes, una sólida visión estratégica de hacia dónde se encamina la institución, una filosofía de éxito y excelencia, y una cultura de constante reflexión, aprendizaje institucional y reforma”, dice Jamil Salmi. “Tampoco se deben apresurar las cosas. Lo cierto es que no todas las naciones necesitan universidades integrales de categoría internacional, al menos mientras no se satisfagan otras necesidades más fundamentales de la educación terciaria”.

Salmi sostiene que a muchos países les convendría más concentrarse inicialmente en crear las mejores necesidades nacionales posibles, tomando como modelo tal vez algunas de las primeras universidades norteamericanas establecidas mediante la donación de terrenos de propiedad del Estado, o las universidades politécnicas de Alemania y Canadá. Según el autor del informe, tales instituciones harían hincapié en las variadas necesidades de aprendizaje y formación de la población estudiantil y la economía nacionales. Al concentrar los esfuerzos en la comunidad y la economía locales, estas instituciones podrían fomentar un desarrollo más eficaz y sostenible que si lo hacen a través de sus aspiraciones más generales de alcanzar la categoría internacional.

Por su parte, el Banco Mundial señala que este año aumentará al doble (a US$4.090 millones) el financiamiento destinado a educación en los países de ingreso bajo y mediano para ayudar a los países pobres a combatir la amenaza que se cierne sobre sus servicios educativos durante la crisis económica mundial.

Fuentes:¨
Contenido: Banco Mundial
Imagen/Foto: www.ymipollo.com







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