Por Susana Tejada - Directora de Sostenibilidad & Desarrollo EQUITY Risk & Sustainability

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La Economía Circular (EC) emerge como un paradigma esencial para desvincular el crecimiento económico del agotamiento de los recursos naturales y avanzar hacia una economía verde. A diferencia del modelo lineal de “tomar, hacer, desechar”, la EC propone un sistema regenerativo donde los productos se conciben para durar, repararse y reutilizarse.

Aunque a primera vista se podría pensar que la EC es solo ambiental, lo cierto es que este enfoque también aborda dimensiones económicas y sociales a diversos niveles: 

  • Ambiental: promueve el reciclaje, el ecodiseño y el uso de energías renovables, lo que reduce la contaminación y protege los ecosistemas. 
  • Económico: impulsa modelos de negocio innovadores como la remanufactura, el alquiler y la simbiosis industrial, generando ahorro, eficiencia y nuevos mercados. 
  • Social: fomenta empleos verdes, la inclusión de recicladores y el consumo responsable, fortaleciendo comunidades y mejorando la calidad de vida.

En Perú, según datos del Ministerio del Ambiente (MINAM), este modelo podría aportar S/14 000 millones al PBI nacional y generar más de 300 000 empleos sostenibles hacia 2030.  Así, la EC se consolida como una estrategia integral para el desarrollo sostenible del país.

El enfoque de “Economía Circular” no es nuevo, ya en 1966 el economista Kenneth E. Boulding lo formulaba en su ensayo The Economics of the Coming Spaceship Earth, como una economía que funcione dentro de los límites del planeta, en contraste con el modelo lineal de extracción, producción y descarte. Durante las décadas de 1970 surgió el concepto de desmaterialización, vinculado a los estudios del Club de Roma (1972), que advertían sobre los límites del crecimiento económico frente al agotamiento ambiental. En los años 90, el físico y economista Friedrich Schmidt-Bleek, desde el Instituto Wuppertal, propuso el indicador Factor 10, que sugiere que los países industrializados deben reducir su consumo de materiales en un 90 % para alcanzar niveles sostenibles, es decir, producir lo mismo utilizando solo una décima parte de los recursos actuales. 


En 1997, Ernst von Weizsäcker, junto con Amory y Hunter Lovins, publicó el libro Factor Four, que planteaba que es posible duplicar el bienestar utilizando la mitad de los recursos. El número cuatro surge de la relación 2 veces más valor con 2 veces menos insumo = 4 veces más eficiencia. También en los años 90, el enfoque Cradle to Cradle, desarrollado por Michael Braungart y William McDonough, impulsó el diseño de productos pensados para ser reutilizados y regenerados desde su origen, evitando el concepto de residuo. Más adelante, en 2011, Michael E. Porter y Mark R. Kramer propusieron la teoría del Valor Compartido, que planteaba que las empresas pueden generar valor económico al abordar simultáneamente desafíos sociales y ambientales, mediante la reconcepción de productos y mercados, rediseñando productos para que sean sostenibles desde su concepción. Finalmente, en 2012, la Fundación Ellen MacArthur consolidó el término “Economía Circular” a nivel global con su informe Towards the Circular Economy, posicionándolo como un modelo transformador basado en la regeneración de sistemas, la reutilización continua de recursos y la innovación.

Modelo de la Mariposa

Lo que no se mide, no se gestiona; y lo que no se gestiona, no se mejora

Para evaluar el éxito de las estrategias circulares, es crucial adoptar métricas específicas que vayan más allá de los indicadores financieros tradicionales. Se enumera, a continuación, algunos de los más relevantes:

  • Porcentaje de materiales circulares en los productos: mide la proporción de contenido reciclado o renovable en los insumos totales.
  • Tasa de utilización de activos: evalúa la intensidad con la que se utilizan los productos, especialmente en modelos de alquiler o sharing.
  • Vida útil del producto y tasa de retorno: indica la durabilidad y la efectividad de los sistemas de logística inversa para recuperar los productos al final de su vida útil.
  • Índice de Circularidad: métricas integrales como el Circular Transition Indicator (CTI) o el Material Circularity Indicator (MCI) de la Fundación Ellen MacArthur ofrecen una puntuación de 0 a 100 % que refleja qué tan circular es un producto o empresa, considerando la recuperación de materiales, la durabilidad y la eficiencia en el uso de recursos1

Enfoque Perú

El MINAM ha promovido la Hoja de Ruta hacia una Economía Circular en el Sector Industria, priorizando sectores como manufactura, textil, confecciones y plásticos. Entre las innovaciones destacan el aprovechamiento de residuos pesqueros, como escamas y pieles para producir cuero vegano y biofertilizantes, así como la transformación del bagazo de caña de azúcar y café en biomateriales. Por su parte el INACAL aprobó la norma NTP-ISO 59020:2025 que ofrece criterios para medir el desempeño circular en sectores como manufactura y gestión de residuos, facilitando la transición hacia modelos más sostenibles.

“Es crucial adoptar métricas específicas que vayan más allá de los indicadores financieros tradicionales”.

Sin embargo, los desafíos son significativos; según el MINAM, nuestro país genera cerca de 21 000 toneladas diarias de residuos sólidos municipales, pero solo el 4.1 % se recicla o valoriza, lo que evidencia una brecha crítica para avanzar en circularidad. Además, gran parte del reciclaje depende de trabajadores informales, cuyo rol es esencial pero aún no está plenamente integrado en cadenas de valor estructuradas.

Para que el enfoque circular sea viable en el Perú, se requiere innovación en el diseño de empaques, infraestructura para la separación y reciclaje, y políticas que incentiven modelos de negocio sostenibles, capaces de convertir los residuos en oportunidades de empleo formal, competitividad e innovación.

  1. Se puede conocer más en el siguiente link: https://www.ellenmacarthurfoundation.org/ ↩︎







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