Vivimos en tiempos donde el consumo se ha convertido en sinónimo de bienestar. Nos enseñaron que el progreso consiste en tener más, no en aprovechar mejor lo que ya tenemos. Pero ese modelo —el de comprar, usar y desechar— está llegando a su límite.
Cada día, los peruanos generamos toneladas de residuos que terminan contaminando nuestras calles, ríos y suelos, mientras millones de familias aún no pueden acceder a los bienes más básicos para vivir con dignidad.
Esta contradicción revela una gran deuda pendiente: nuestra falta de conciencia ciudadana frente al consumo y al descarte. Hemos normalizado tirar a la basura lo que todavía sirve, sin pensar en el esfuerzo, los recursos y la energía que hay detrás de cada objeto. En un país con enormes desigualdades sociales, ese hábito tiene consecuencias no solo ambientales, sino también humanas.
La reutilización como punto de partida
Reutilizar no es una moda ni una acción marginal: es un acto de responsabilidad con el planeta y con las personas. Cada vez que decidimos reparar un electrodoméstico, reacondicionar un mueble o donar una prenda en buen estado, estamos contribuyendo a cerrar el ciclo de la economía circular.
Reutilizar significa aprovechar los recursos que ya existen, prolongar la vida útil de los objetos y reducir la necesidad de fabricar nuevos. Significa entender que el mejor residuo es el que no se genera. Pero también implica un cambio cultural: pasar de la cultura del descarte a la cultura del cuidado.
En Recidar, vivimos este principio todos los días. Recuperamos, reparamos y reacondicionamos objetos que antes eran considerados residuos, y los reinsertamos al mercado en nuestras tiendas. Así, ayudamos a que más familias accedan a muebles, electrodomésticos y ropa de calidad a precios justos, garantizando trazabilidad legal y una experiencia de compra digna. Al mismo tiempo, evitamos que miles de toneladas de materiales terminen en botaderos o rellenos sanitarios.
“Cuando una persona o empresa dona un bien usado, no solo evita que ese producto se convierta en basura”.


Donar: cuando la solidaridad se vuelve circular
Donar es un gesto simple, pero con un impacto enorme. Cuando una persona o empresa dona un bien usado, no solo evita que ese producto se convierta en basura: le da una segunda oportunidad a alguien más.
Una mesa puede convertirse en el comedor de una familia que recién empieza; una refrigeradora usada puede conservar los alimentos de un hogar que antes no tenía cómo hacerlo; una prenda puede abrigar y devolver esperanza.
Hasta hoy, en Recidar hemos logrado que más de 17 000 familias y 200 empresas se sumen a esta red de donación y reutilización. Gracias a ellas, más de un millón de productos encontraron una segunda vida, evitando que 3000 toneladas de residuos lleguen a vertederos y que 3000 toneladas de CO₂ se emitan a la atmósfera.
Detrás de cada cifra hay historias: la del donante que eligió actuar con conciencia, la del técnico que reacondicionó con orgullo y la del cliente que encontró un producto digno y asequible.

Empresas B: un modelo que pone el propósito en el centro
Recidar es una Empresa B, parte de un movimiento global que busca redefinir el éxito empresarial. Ser una Empresa B significa que no trabajamos solo para generar ganancias, sino para generar impacto positivo. Nos guía un principio esencial: usar la fuerza del mercado para resolver problemas sociales y ambientales.
La economía circular es una aliada natural de este propósito. Al reacondicionar objetos, evitamos el desperdicio de recursos; al ofrecer productos accesibles, reducimos la desigualdad; y al crear empleo formal, promovemos inclusión social.
Cada acción está conectada. Cada decisión empresarial tiene consecuencias que pueden —si se toman con responsabilidad— mejorar vidas y regenerar ecosistemas.
Una nueva conciencia ciudadana para un país más justo
El cambio no vendrá solo de las empresas ni del Estado: vendrá de los ciudadanos.
Reutilizar, donar y consumir con propósito son decisiones cotidianas que, sumadas, pueden transformar un país.
Una economía circular no se construye en los laboratorios ni en los discursos; se construye en los hogares, en las empresas, en los actos simples de quienes deciden ser parte de la solución.
La conciencia ciudadana es el primer paso hacia un futuro sostenible. Porque cuando entendemos que cada objeto tiene más de una vida, descubrimos que también nosotros tenemos el poder de darle más de una oportunidad al planeta, a los demás y a nosotros mismos.
Y ese, al final, es el verdadero sentido de la economía circular: no se trata solo de reciclar materiales, sino de regenerar relaciones humanas, económicas y ambientales.









