
Brasil se alista para recibir la COP30 en Belém do Pará, con la promesa de que será la primera cumbre climática centrada en la Amazonia. Sin embargo, para los pueblos indígenas, este evento no puede quedarse en un simple símbolo. La reciente creación del G-9, una alianza de líderes indígenas de los nueve países amazónicos, busca garantizar que sus comunidades no sean relegadas a un rol decorativo en las negociaciones, sino que tengan poder real en las decisiones que afectan su territorio y el planeta.
Desde la COP16 en Colombia, el G-9 ha trabajado en consolidar su presencia en la agenda climática internacional. Su principal exigencia es contundente: compartir la presidencia de la COP30. Argumentan que, aunque son reconocidos por su papel clave en la conservación de la selva, siguen sin tener voto en los acuerdos finales. “No permitiremos que definan el destino del planeta sin nuestra participación directa”, enfatizó la organización tras una reunión en Manaos.
A pesar de esta demanda, el embajador André Corrêa do Lago, encargado de la COP30, ha señalado que la inclusión indígena se gestionará a través de un consejo especial, sin llegar al nivel de influencia que ellos esperan. “Los pueblos indígenas tendrán un rol más relevante que en cualquier otra COP, pero aún estamos definiendo cómo será esa participación”, explicó.
El reto de la COP30: el extractivismo
El G-9 también pone sobre la mesa un tema espinoso para Brasil y otros gobiernos de la región: la prohibición absoluta de la extracción de hidrocarburos en la Amazonia. Esta propuesta choca de frente con las políticas recientes del presidente Lula da Silva, quien ha promovido nuevas licencias para exploración petrolera y, en enero, llevó a Brasil a sumarse a la OPEP+. “Es una contradicción organizar la COP30 en la Amazonia mientras se impulsa la explotación de petróleo en territorios indígenas”, cuestiona Toya Manchineri, representante de la Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Amazonia Brasileña (COIAB).
Pero el reto va más allá. La cumbre también tendrá que lidiar con la incertidumbre global que supone la salida definitiva de Estados Unidos del Acuerdo de París en enero de 2026, apenas dos meses después de la COP30. El retiro de uno de los mayores emisores de gases de efecto invernadero podría debilitar cualquier acuerdo alcanzado en Belém.
Con menos de un año por delante, la disputa ya está en marcha. ¿Será la COP30 un punto de inflexión para la Amazonia y sus pueblos, o solo otra reunión donde se discuten soluciones sin contar con quienes enfrentan la crisis climática en primera línea?
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