Por Stakeholders

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La innovación es fundamental para cuidar el planeta. La joven keniana Nzambi Matee se convirtió el año pasado en una de las ganadoras del premio  Jóvenes Campeones de la Tierra 2020 por su trabajo en la fabricación de ladrillos reciclados, los cuales incluso son más resistentes que el propio hormigón.

Desde el 2017, su labor ha consistido en utilizar envases de champús, bolsas de cereales, botellas, entre otros, junto con arena para la elaboración de este material sostenible. En una entrevista para EFEverde, ella señaló que bajo un proceso de fundición a altas temperaturas logran darle forma de ladrillo al producto resultante.

“(Nuestros ladrillos) son tres o cuatro veces más resistentes que los de hormigón porque el plástico, al ser un material fibroso, crea menos bolsas de aire”, subrayó.

En la actualidad, la capacidad de producción de su fábrica es de 1500 ladrillos por día. Su equipo está conformado por diez personas, de las cuales cinco son empleados a tiempo completo y el resto por jornada parcial. En estos casi cuatro años, han reciclado cerca de unas 20 toneladas de desechos de plástico.

“Estábamos cansados (de que no se hiciera nada). Los desechos plásticos no son un problema keniano sino global y, si no somos capaces de ofrecer soluciones prácticas, pedir a las personas que adopten una cultura del reciclaje puede ser un desafío”, mencionó.

El aporte que realiza esta joven de 25 años al desarrollo sostenible es de gran envergadura. Y es que en Nairobi, ciudad donde se encuentra su fábrica, se calcula que por día se generan 500 toneladas de plástico. Si bien a los inicios la idea consistía en recolectar el plástico para venderlo a otras empresas recicladoras, ante tanta cantidad decidieron desarrollar este proyecto.

Nzambi Matee tiene un anhelo y ese es que el plástico logre tener un círculo de vida sostenible, además de establecer una economía circular que genere beneficios para las personas, como lo viene demostrando ella.

“El círculo de vida del metal está muy bien establecido: no se ven desechos porque se les ha dado un valor. Ese es mi deseo y plegaria para cualquier otro material ya sea plástico, desperdicios de alimentos, etc. que tengan un valor”, explicó.

Finalmente, departió sobre lo que significó obtener el año pasado el premio otorgado por el Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA). Fue un gran aliciente para ella y su equipo: “Un empujón moral”. Su voluntad y, por supuesto, conocimiento proveniente de sus estudios en Física y Geofísica, con especialización en Ciencia de los Materiales, la avalan.

Al respecto del galardón, se mostró optimista: “Este premio, ha generado publicidad y un mayor interés en nuestro producto, pero sobre todo, tanto para mi equipo como para mí, ha supuesto un empujón moral. Esa fuerza que te da que alguien te diga: ‘Veo lo que hacéis, lo valoro. ¡Seguid así!’”, reflexionó.







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