Por Stakeholders

Lectura de:

JORGE MELO VEGA CASTRO
Presidente de Responde

La problemática del empleo siempre es un gran reto en todo el mundo, ya que es la forma de generar ingresos familiares para la subsistencia y es la fórmula para que crezca una economía. En EE.UU, por ejemplo, el indicador del empleo es el que marca la salud económica del país y de la confianza para la inversión, se expresa en la capacidad de compra que tienen las familias y que le dan el dinamismo a los negocios, a la producción y al mismo empleo. De allí, en parte, su guerra comercial con China, por el impacto que los productos chinos tiene en el empleo americano. Esto es entonces que el empleo es la base para el desarrollo de las personas y las naciones.

En nuestro país los ingresos familiares no tienen una relación directa con el empleo como ocurre en la mayoría de países del mundo, debido a que la economía formal es muy pequeña y gran parte de las familias viven de ingresos generados de manera independiente, autónoma. De allí que durante el período de cuarentena las personas no podían quedarse en casa, porque su subsistencia dependía del ingreso que obtienen del comercio diario o en relaciones de dependencia informal, a los que no llegaba ningún programa de ayuda. Pero la pandemia también ha desnudado una terrible realidad, la aceleración digital que ha precipitado el desempleo y el requerimiento de nuevos empleos, los antiguos son sustituidos por aplicativos, comercio electrónico, inteligencia artificial o robots, que nos atienden por teléfono y hablamos con ellos o nos responden por chat, entre otras múltiples tareas.

Están desapareciendo millones de empleos en el mundo y el trabajo remoto genera una deslocalización laboral. Se brindan servicios desde cualquier país, con salarios del nuevo mundo digital y sin ninguna protección laboral: no hay fronteras. En ese escenario los trabajadores peruanos están en desventaja, debido a su escasa calificación profesional expresada en niveles de productividad muy bajos, ahora es cuando la comprensión lectora nos pasa factura, y la incipiente aproximación a la Internet la hemos visto reflejada en la limitada bancarización y en la brecha digital en los colegios públicos. No estamos preparados para brindar empleo globalizado.

Ante esa realidad la pobreza y la pobreza extrema se ha incrementado en Perú y es poco probable que el ingreso familiar provenga del empleo formal o informal para sacarlos de la pobreza. Por ello están surgiendo nuevas propuestas, aún en fase experimental, de generar una renta universal que consiste en asignar una cantidad de dinero desde el Estado a todas las personas y que ofrezca un mínimo nivel de vida. Inicialmente la idea era hasta ofensiva, calificada de comunista y que rompía toda la lógica económica o de mercado. Pero esas propuestas han ido madurando, ensayándose e incluso podría resultar positiva para el impulso del desarrollo y la innovación.

La renta universal se puede corregir con una buena política tributaria, que ajusta rápidamente esa universalidad, porque es para todos. Esa asignación se entrega a través de los teléfonos celulares para realizar transacciones con otros celulares, así se empieza a ordenar y formalizar la economía. Ese dinero serviría para pagar prestaciones sociales básicas o productos básicos y definitivamente ayudaría a reducir la pésima distribución de la riqueza en el país que es una limitante para el desarrollo. La pregunta: ¿y de dónde vienen los ingresos? Eso es parte de los ensayos que se vienen realizando. Al parecer, el dinamismo que generaría a la demanda y el acceso a recursos a los ciudadanos en pobreza extrema, reactivaría en parte la economía por el efecto redistributivo de los ingresos y la mayor formalización ya mencionada.

Se han hecho pilotos a esta renta básica en Finlandia durante dos años con 2,000 personas desempleadas y están analizando su efecto; en Kenia la ONG GiveDirectly inició un programa en 295 aldeas rurales para estudiar los efectos de un ingreso universal sostenido en el tiempo para casi 20,000 personas y los resultados vienen siendo positivos, ya que la mayoría de los receptores usaron el dinero para trabajar más y generar más ingresos, mejoró la escolarización y se redujo la violencia doméstica. En Perú, por efecto de la pandemia, se ha intentado hacer algo cercano a la renta universal, pero con poca planificación y no se aprovechó para acelerar la digitalización. Debemos pensar en nuevas formas de ingresos diferentes al antiguo empleo, puede ser la renta universal, pero hay que hacerlo bien.







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