Por Stakeholders

Lectura de:

Orlando Plaza
Director de Comunicaciones e Imagen Institucional de la Universidad del Pacífico

Desde hace unos años se habla, cada vez con más frecuencia, de cómo un buen gobierno corporativo es crucial para las organizaciones. No basta únicamente con tener un código de ética, es necesario contar con los controles, políticas, procedimientos y regulaciones internas para asegurar la sostenibilidad del negocio.

Sostenibilidad que puede ser impactada en varios frentes. Por un lado, los accionistas buscan organizaciones que no presenten, o puedan presentar, un riesgo reputacional a sus inversiones. Por el otro lado, los consumidores en un mundo globalizado, donde todo se encuentra en línea, son un constante recordatorio de que la coherencia entre lo que se hace y los que se comunica, es esencial.

En la publicación de McKinsey & Company, “True Gen: Generation Z and its implications for companies”, Tracy Francis y Fernando Hoefel desarrollan, entre otras, la idea de que para la generación Z el propósito de las organizaciones es vital para elegir un producto o servicio. Si ese propósito no es percibido como real, estos consumidores cambiarán sin arrepentimiento de organización. Como dato importante, la generación Z es parte de la fuerza laboral desde hace más de 2 años.

¿Por qué mencionamos el propósito de una organización si estamos hablando de los sistemas internos de gobierno corporativo y Compliance? En los últimos años ya no se habla únicamente de gobierno corporativo y Compliance, sino de ESG (siglas en inglés de Environmental, Social & Governance) para hacer referencia a la propuesta de valor asociada dichos términos. Ya sean acciones para el cuidado del medio ambiente, por ejemplo, responsabilidad con el manejo de residuos, emisiones de carbono, etc; la forma cómo se desenvuelve en una sociedad que es más amplia y diversa, y sus relaciones con la comunidad donde opera, su reputación, sus programas de diversidad e inclusión, entre otros; y la gobernanza relativa a las prácticas para tomar mejores decisiones, aumentar la transparencia y la integridad, alcanzar las expectativas de sus accionistas, y en definitiva cumplir con los requerimientos internos, los que exige la ley, y con estándares internacionales.

El propósito en sí mismo ha ido ganando fuerza, pero no sirve de nada si como organización no contamos con los candados necesarios para regularnos internamente, abordar temas como género y diversidad, implementar políticas anti soborno y un largo etcétera. No hace falta ir muy lejos en el tiempo para encontrar escándalos mediáticos (y pesadillas reputacionales) como el de una ONG de ayuda al desarrollo cuyos altos funcionarios contrataron prostitutas; el de un banco promotor del desarrollo local que financiaba organizaciones terroristas; o el de una farmacéutica protectora de la salud que sobornaba funcionarios públicos.

¿Qué se necesita para que el buen gobierno corporativo funcione? Lo primero y más importante es que exista un compromiso real por parte de la alta dirección, si ellos no están comprometidos y no se “compran el pleito” el programa está destinado al fracaso. Lo segundo, tiene que ver con destinar recursos para un departamento que entienda cuáles son las necesidades y riesgos de las distintas áreas de la organización y las ayude a aplicar las normas y procedimientos.

Finalmente, está la comunicación. Comunicar usando estrategias centradas en el usuario (las áreas) y en lograr que todos entiendan que lo que uno hace es importante, pero es igual de importante cómo lo hace. Comunicar de manera efectiva y dinámica con entrenamientos, videos y otros recursos digitales porque, aceptémoslo las políticas y procedimientos suelen ser percibidas como lejanas, aburridas y burocráticas.







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