Por Stakeholders

Lectura de:

Bernardo Kliksberg
Asesor de diversos organismos internacionales.

Un mundo explosivo 

Sri Lanka es hoy objeto de la atención internacional. El país explotó por el hambre y la desocupación. El régimen dictatorial, conducido por una dinastía de generales autoritarios, procuró quebrar la masiva rebelión social reprimiendo. Pero no pudo detenerla. Las fotos de la invasión del ostentoso palacio presidencial recorren el mundo. El caso no es el único. Hace poco salieron masivamente a las calles a protestar los indígenas ecuatorianos y los pequeños empresarios húngaros. Las cifras de hambre, pobreza, y carencias de servicios básicos se han agravado fuertemente por la pandemia, la guerra contra Ucrania y la agudización del cambio climático. El 50% de la población mundial está por debajo de la línea de la pobreza o bordeándola. 

Se requieren políticas que universalizan las vacunas antivirus, corten las emisiones contaminantes y reduzcan las desigualdades. 

Las nuevas iniciativas filantrópicas 

Se precisa que, junto a esas políticas, la empresa privada, decisiva para la economía, eleve más que nunca sus estándares de compromiso social y ambiental. 

Resulta inspirador para las élites empresariales, y promisorio para el mundo, el ejemplo que termina de dar Bill Gates. Donó 20.000 millones de dólares a la Fundación Gates, la mayor del planeta, que permiten aumentar inmediatamente en un 50% sus aportaciones en salud y otras áreas críticas. La Fundación lleva donados desde el año 2000, 79.200 millones de dólares. 

Con el nuevo refuerzo de Gates a sus actividades, que priorizan la salud pública, la educación y el medioambiente, podrá aumentar sustancialmente los 5.000 millones de dólares que aportaba anualmente. Es muy efectivo, invierte multiplicadoramente y crea alianzas estratégicas. Entre otros, sus proyectos en multivacunación infantil han sido muy exitosos en salvar la vida de más de 7 millones de niños, y han sido vital en la lucha contra la pandemia. Gates expresó que esas metas eran las que se movilizaban y no le importa bajar en la tabla de los más ricos. Su objetivo, según anunció, era donar toda su fortuna, salvo el mínimo protectivo de su familia. 

No está solo. Warren Buffett donó a la misma fundación 37.500 millones de dólares (el 50% de su patrimonio). Ambos convocaron a los 500 más ricos del mundo a firmar “El compromiso de dar”, que los obliga a donar más de la mitad de sus riquezas en vida para fines sociales. Fue firmado entre otros por George Soros, Michael Bloomberg, Zuckerberg, el dueño de INTEL, Ted Turner, la heredera de Apple, los fundadores de Twitter y más de 400 personas muy ricas, entre ellas provenientes de la India y China. Abriendo nuevos caminos, MacKenzie Scott, ex esposa de Bezos, donó en el último año 12.000 millones de dólares a 1.100 ONGS líderes. 

Las donaciones no resolverán los problemas. Las políticas públicas, la creación de una potente economía social como lo pide el Papa, el refuerzo de las cooperativas, la acción ambientalista de la sociedad civil, el emprendedurismo social, y el voluntariado, son críticos para enfrentar la “tormenta perfecta” que hoy vive la humanidad. 

Sin embargo, la filantropía forma parte de la solidaridad y hace una diferencia. Todos los datos sobre el déficit social serían aún mucho peores sin ella. 

Mejora el mundo y también la vida personal de los empresarios que la practican y superan la visión estrecha de otros enfocados solo en el aumento de su riqueza, aun cuando ello signifique destrucción ambiental y social. Estos últimos olvidan la expresión que acuñó uno de los primeros filántropos, Andrew Carniege, que resaltó “quien fallece rico, fallece desgraciado”. Gates señaló al anunciar su nuevo aporte: “donar dinero no es para mí un sacrificio, me siento privilegiado”.







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