Por Stakeholders

Lectura de:

Hans Rothgiesser
– Director Adjunto de la Revista Stakeholders

Es lógico que conforme nos vayamos acercando al 2021, el interés por la celebración del bicentenario de la República del Perú vaya creciendo.  Lamentablemente, existe la posibilidad de que para cuando estemos tan interesados como para promover una celebración digna de un bicentenario ya sea demasiado tarde.  De hecho, mucho me temo que ese tren se nos esté por ir.

Lo primero que tenemos que tener en claro es que la celebración del bicentenario es algo completamente distinto a lo que fue la celebración del centenario.  Comencemos por comentar que en el presente tenemos una serie de instituciones establecidas y de procesos que antes no teníamos.  Es decir, hoy en día necesitamos mucho mayor consenso para poder tomar las decisiones.  Y es que antes de decidir cómo queremos celebraro, tenemos que aclara algo: ¿Estamos de acuerdo en la situación del país que somos hoy en día? Es más: ¿Estamos de acuerdo en el país que queremos ser?

Consideremos esto.  A pesar del sostenido crecimiento económico y de la reconocida reducción en la pobreza, sigue habiendo un 71% de la población peruana que considera que “nuestro gobierno no prioriza las preocupaciones de la gente como yo”, según Ipsos Global Trends Survey.  Este porcentaje tiende a ser mayor en países con recientes resultados electorales preocupantes, como el Brexit del Reino Unido (72%) o las presidenciales de Estados Unidos (74%). ¿Cómo podemos ponernos de acuerdo si el gobierno que el pueblo mismo ha elegido por elecciones generales a los meses resulta que no los representa?

Esto también se refleja en la falta de políticas públicas sostenidas a lo largo de los años. ¿Es el Perú un país minero? Podría serlo, considerando el fuerte porcentaje que tienen las exportaciones mineras en la balanza comercial peruana.  Desde el 2003 más de la mitad de las exportaciones peruanas son productos de ese sector. ¿Quizás debamos plantear que somos un país gastronómico? ¿Turístico? ¿Emprendedor? O quizás informal.  Después de todo, más del 70 de los peruanos que trabajan lo hacen en el sector informal.

Lo cierto es que si bien el centenario se celebró con grandes obras donadas por países amigos, eso no es lo prioritario hoy en día.  Sí, necesitamos importante inversión en infraestructura de uso público, como caminos y puentes y colegios, pero ésas son muchas obras diseminadas por todo el país y es algo que deberíamos hacer todo el tiempo, no solo cuando cumplimos otros cien años de vida republicana.

Pero volvamos a lo del consenso.  Podríamos sentirnos tentados a decir que en el mundo post-moderno de hoy es casi imposible definir una  prioridad para un país como sí se puede hacer para una empresa.  No obstante, tenemos ejemplos de países que han logrado establecer exitosamente su etiqueta, haciendo que todo lo demás gire alrededor de eso.  Por ejemplo, Costa Rica es reconocida por sus políticas ambientales.  O Corea del Sur, que apostó por la tecnología para asegurar su futuro.

Si mañana tuviesemos de pronto muchos recursos y tuviésemos la oportunidad de invertirlo en algo, ¿en qué lo invertiríamos como país? Creo que la respuesta a esa pregunta sería el gran aporte del bicentenario.  El legado que podríamos dejarle a la siguiente generación de peruanos.

La celebración esta vez no debe estar enfocada en la inauguración de grandes obras arquitectónicas.  Debe ir más allá.  Debe ser algo que nos redefina, que nos permita enfrentar a los siguientes cien años con mejores armas y mejor preparados.  En ese sentido, persistir en la reforma de la educación podría ser exactamente lo que necesitamos.







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