Por Stakeholders

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Por Katiana Murillo

LatinClima


Al pensar en arrecifes de coral, es imposible no asociar estos coloridos ecosistemas con las playas idílicas que se exhiben en los afiches turísticos que promocionan sitios como el Caribe.

Sus servicios ambientales van, incluso, más allá porque también sirven como sitio de desove, alimento y refugio para diversas especies de peces y otros organismos marinos que llegan a nuestra mesa y son la base de la economía de muchas localidades costeras.  También ayudan a mitigar la fuerza de tormentas, la erosión costera y secuestran carbono, entre otros.

Pese a esto, los arrecifes están entre los ecosistemas más vulnerables al cambio climático. Según el Informe de Evaluación Mundial sobre la Biodiversidad y los Servicios de los Ecosistemas de la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, por sus siglas en inglés), se estima que estos ecosistemas sufrirían con mayor frecuencia eventos extremos de calentamiento, con menos tiempo de recuperación entre ellos; disminuirían su presencia del 70% al 90% con un escenario de aumento en la temperatura media global de 1,5°C y en más de 99% con uno de 2°C, debido principalmente al fenómeno del blanqueamiento coralino. Es decir, desaparecerían.

Pero, ¿será inevitable? En República Dominicana podría estar la respuesta a esta lucha contra el tiempo. Allí, una alianza de organizaciones creó en 2016 el Consorcio Dominicano de Restauración Costera para recuperar estos ecosistemas mediante la incorporación de diversos actores en el desarrollo de viveros de coral y la utilización de técnicas innovadoras de reproducción sexual y asexual de corales, experiencia que ya se está exportando a otros países como Haití, Honduras y Costa Rica.

La idea de formar el consorcio fue de Fundación Grupo Puntacana, del grupo turístico del mismo nombre; la Fundación Dominicana de Estudios Marinos (Fundemar), una ONG marina con base en Bayahibe; y Counterpart International, una ONG internacional con operaciones de larga data en República Dominicana.

Para sus acciones han establecido un convenio con el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales y también cuentan con el apoyo del Programa Biodiversidad y Negocios en América Central y República Dominicana (DABio), de la Cooperación Alemana para el Desarrollo (GIZ), y de la Unión Europea.

El motivo de este esfuerzo es claro: en zonas turísticas de República Dominicana, como la playa Juan Dolio, cerca de Santo Domingo, el coral vivo representa solamente un 8% del original; en Punta Cana y Bávaro, hacia el este, menos del 5%; y en Las Terrenas, en el noroeste, entre el 2% y el 3%.

La situación es complicada para un país que ocupa el segundo puesto en América Latina y el Caribe en ingreso turístico, con una alta dependencia hacia el segmento turístico de sol y playa y donde 9000 pescadores dominicanos también dependen del recurso marino-costero.

Sin embargo, en uno de esos sitios está también la clave. En las playas de arena blanca de Punta Cana se levanta el Centro de Innovación Marina dentro de la propiedad del Grupo Puntacana. Fue el segundo laboratorio en el mundo en desarrollar la técnica de reproducción asexual de corales o de microfragmentación, que permite trasplantar pequeños fragmentos que se multiplican en tanques en el laboratorio a un arrecife degradado, donde crecen hasta lograr unirse y formar una colonia de corales en poco tiempo.

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La técnica la descubrió por accidente Dave Vaughan, un biólogo marino de Cayos de Florida, Estados Unidos, cuando se le rompió un coral y días después observó que el pedazo roto seguía vivo y se reproducía más rápido. Ahora, en vez de cortarse en dos, se hace en 100 o 200 piezas pequeñas, lo que permite un crecimiento mucho más acelerado.

Esto funciona muy bien para corales de crecimiento lento como los cerebros, en los que es posible pasar de 15 años al sorprendente lapso de 11 meses para que alcancen su tamaño ideal, aumentándose el ritmo de crecimiento hasta en un 400%.

De acuerdo con Víctor Galván, coordinador de Investigación Ecológica de Fundación Grupo Puntacana, los corales de crecimiento lento lo hacen a un ritmo de medio centímetro por año y “la mayoría de las enfermedades se mueven entre medio centímetro por día. Entonces, sin microfragmentación, les tomaría 15 años llegar a ese tamaño”.

El centro cuenta también con una jardinería de corales Acropora cervicornis, de los cuales se ha perdido más del 90% desde la década de los 70. Cada año siembran entre 1.000 a 1.500 fragmentos de coral equivalentes a unos 800 a 1.000 metros lineales.

Asociado a los corales, manejan un proyecto de reproducción de peces ornamentales para reducir la mortalidad y presión sobre este recurso, “ya que anualmente se exportan desde República Dominicana un millón de estos peces extraídos de arrecifes silvestres y además se utilizan venenos para su captura”.

Muchos son loros, erizos, cirujanos y doctores, que forman parte de los denominados grupos funcionales, que limpian las algas del arrecife para que otros organismos puedan crecer ahí.

El pez loro, por ejemplo, es el responsable de que exista arena blanca, ya que para alimentarse de las algas y moluscos que se encuentran en los corales, muerde pequeños trozos defecándolos más tarde en forma de arena.  Con esta especie se trabaja en un programa de reintroducción al medio natural luego de protegerla en su fase de crecimiento, en la que resulta más vulnerable.

Viveros de coral

Para su operación, el Consorcio Dominicano de Restauración Costera definió una división de funciones entre Fundemar y Fundación Grupo Puntacana para abordar el tema de investigación y reproducción de corales; y mientras el segundo se especializa en la técnica de microfragmentación, el primero lo hace en técnicas de reproducción sexual.

El consorcio está actualmente a cargo también del apoyo técnico y el seguimiento a más de 10 viveros de coral en diferentes zonas de República Dominicana e incluso fuera del país, como es el caso de Haití y Honduras. Algunos los manejan directamente las organizaciones fundadoras del consorcio y otros, grupos locales, a los cuales se les brinda asesoría y apoyo en la siembra, mantenimiento, monitoreo y manejo de los corales en viveros de tipo turístico, de preservación o educación ambiental.

“Los viveros nos funcionan de maravilla, pero hay que ir restaurando y cada año nos vamos a enfrentar a nuevas cosas, como enfermedades o tormentas. Es un aprendizaje continuo”, señala Rita Sellares, directora de Fundemar.

Un logro de Fundemar fue establecer una contribución mensual por parte de empresas hoteleras en Bahahibe, La Romana y Bávaro, como un tipo de servicio ambiental para apoyar el trabajo que se realiza en los viveros de la zona, los cuales representan también un atractivo turístico importante.

Asimismo, reciben el apoyo de las empresas de buceo que, como parte de sus contratos con los hoteles, apoyan los eventos de coral manía o trasplante de corales y el mantenimiento de las estructuras.

Los tour operadores que trabajan en las propiedades del Grupo Puntacana también dan un aporte a la Fundación Grupo Puntacana, y grupos comunales en otros lugares, como Las Terrenas, contribuyen con los viveros y se favorecen de su atractivo turístico.

Los esfuerzos integrados del consorcio han permitido contar con un banco genético importante. Por ejemplo, el vivero de Punta Cana posee 12 diferentes genotipos de coral y los viveros que maneja Fundemar, 40 genotipos. Este material genético representa una base importante para enfrentar la pérdida de especies de coral debido a enfermedades, al blanqueamiento producto del calentamiento global y al impacto destructivo tormentas y huracanes. También permite la reproducción de especies que ya no son tan comunes o han experimentado un decline importante.

Experiencia compartida

Esta experiencia de República Dominica con arrecifes se está extendiendo a otros países de la región. Con Costa Rica se lleva a cabo una iniciativa de cooperación triangular con el apoyo de DABio y del gobierno alemán mediante el Fondo Regional para la Cooperación Triangular en América Latina y el Caribe.

Se espera un intercambio en dos vías, con Costa Rica compartiendo en materia de mecanismos financieros, como es el caso del pago por servicios ambientales, y con República Dominicana aportando su experiencia en la restauración y preservación de arrecifes de coral, tanto desde lo técnico como en la participación del sector privado en la conservación de estos ecosistemas.

De acuerdo con Mauricio Solano de DABio, el proyecto propone el desarrollo de un mecanismo financiero innovador que motive al sector privado a invertir en la conservación de los servicios ecosistémicos que les brindan los arrecifes de coral.

En Costa Rica, se hizo la selección de actores y sitios de interés para trabajar en la jardinería de coral, así como la decisión de realizar un proyecto piloto en el Polo Turístico Golfo de Papagayo con apoyo de la empresa Península Papagayo, donde se contempla la instalación de un vivero de coral en coordinación con el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac) del Ministerio de Ambiente y Energía (Minae).

Por otro lado, con el propósito de contribuir a la conservación de la biodiversidad marino-costera en República Dominicana, Haití y Honduras mediante el impulso a un turismo costero más sostenible, también se lleva a cabo el proyecto: “Biodiversidad y Negocios en América Central y República Dominicana: contribución del sector turístico para la restauración y la protección de la diversidad biológica marina y costera en el mar Caribe”, en alianza con la Fundación Grupo Puntacana, la organización alemana Global Nature Fund (Gnf), el Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (Catie) y Counterpart International (Cpi).

La iniciativa forma parte, además, del Programa DABio en colaboración con el Sistema de Integración Centroamericana (Sica) y su autoridad ambiental, la Comisión Centroamericana de Ambiente, y desarrollo (Ccad).

Entre otros, el proyecto fomenta el desarrollo de negocios asociados al uso sostenible de la biodiversidad, como es el caso del uso del pez león en vez del pez loro como platillo en restaurantes locales, el desarrollo y gestión de nuevas rutas de turismo con interpretación ambiental en viveros de coral y en manglares, el monitoreo de la salud de las poblaciones de especies en estos ecosistemas, así como la evaluación de hoteles en cuanto a su relación con los recursos de biodiversidad. También contempla el desarrollo de un vivero de coral en Haití, que se incorporará al Consorcio Dominicano de Restauración Costera.

Mientras tanto, la temporada de huracanes inicia en el Caribe: otra amenaza más para los arrecifes de coral. Sin embargo, con estos esfuerzos hay esperanza de que los corales sigan más vivos que nunca y no solo en los afiches turísticos de las idílicas playas caribeñas.







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