Por Stakeholders

Lectura de:

Por: Baltazar Caravedo
Presidente de Sistema B Perú


Transformar nuestra sociedad significa: a) darle un nuevo sentido, burlar los equívocos que lleva; b) transitar de la fragmentación a la integración; c) construir en nuestros sentimientos un reino de la transparencia, en el que podamos percibirnos como rivales pero no como enemigos; d) edificar un reino de la justicia, en el que el éxito de uno sea el éxito de todos; e) incrementar y profundizar la participación ciudadana, que permita no sólo observar sino actuar con responsabilidad; f) desarrollar una cultura democrática, en la que las leyes se cumplan para todos, y en la que los ciudadanos colaboren en la generación de las normas; y g) crear y renovar constantemente un ámbito de paz que, a través del diálogo, dé oportunidad a todos. Significa, pues, tejer un nuevo manto que cubra nuestras almas: compartir una visión,
tener aliados, confiar en ellos, actuar juntos.

Parece un desafío imposible de lograr, pero no lo es. Podemos cambiar el sentido de las cosas desde nuestra casa, desde nuestra escuela, desde nuestra empresa, desde nuestro barrio, desde los medios de comunicación. No necesitamos asaltar el poder político ni hacer grandes piruetas para justificar un planteamiento y transformarlo en práctica cotidiana. Es necesario alzarse contra los equívocos que suelen confundirnos y, a veces, doblegarnos. Se puede transformar el nuevo discurso en práctica creando un clima emocional positivo, empezando por pequeños gestos, manteniendo una dirección consistente con lo que proclamamos.

En el nivel de las organizaciones significa transformar la visión limitada a sus propios intereses o a las demandas auto centradas de sus miembros; incorporar la conciencia del impacto positivo o negativo que producen en la sociedad las acciones que practican; trascender el objetivo meramente reivindicativo para incorporar la preocupación por el bien común. Desmontar la lógica subyacente a nuestra cultura general es un elemento fundamental en el diseño de cualquier estrategia sostenible para el Perú. Es, sin lugar a duda, un asunto que sólo se podrá dar a la velocidad en la que los distintos sujetos colectivos de nuestra sociedad pongan en funcionamiento nuevas prácticas e invaliden el discurso que subyace.

El cinismo que perdura en nosotros mismos es uno de los grandes enemigos de la transformación. Es la mordacidad incrédula que desbarata ilusiones. Es lo que habita en las prácticas perversas. Es el mecanismo corrosivo que destruye los ideales y los sueños. Pero, sin sueños no hay ni visión de futuro ni emprendimientos. Más aún, no hay ni ilusión ni ética. La
sociedad nuestra necesita caminar hacia una realidad integrada, solidaria, colaborativa. Requiere de condiciones de liderazgo que potencien personas visionarias, inocentes y dulces que se alcen contra los equívocos que reproducen la escisión de la sociedad, que interpreten, descubran y construyan ilusiones, que las transformen en prácticas, y que liberen a nuestra sociedad del cinismo que la agobia.







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