Por Stakeholders

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Aunque el debate sobre los conceptos que definen y forman parte de la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) no se puede dar…

  
Telefónica Móviles ha superado la cifra de 13,1 millones de clientes en el Perú, al Aunque el debate sobre los conceptos que definen y forman parte de la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) no se puede dar todavía por terminado, es mucho mayor el esfuerzo que ya hoy en día se da en el cómo implantar la gestión ética en las organizaciones, es decir, pasamos de los qués a los cómos.

Los valores definen la personalidad de la organización como modelan la de cualquier persona particular. Formalizados o no como códigos de conducta o éticos, el sistema de valores impregna la organización e influye, se quiera o no, en sus acciones y procesos. 

Como sucede con la imagen externa, que se quiera o no se tiene una ante el prójimo, lo mejor es gestionar y buscar para conseguir lo que se quiere. Si queremos que los mismos valores impregnen los comportamientos de la organización, es necesario formalizarlos y sistematizar los procesos.

 Establecer los mecanismos de gestión ética no debe obviar la necesidad de integrarlos en el sistema de gestión de la empresa, como se hace con los procesos de calidad, medio ambiente o salud y seguridad. Estándares como la norma SGE 21 nos invitan a asumir una hoja de ruta la implantación de la gestión ética en la empresa, marcando el camino hacia la excelencia de gestión de todos los ámbitos organizacionales.

Pero disponer de un sistema de gestión ético que regule los procesos internos y externos no garantiza disponer de una organización socialmente responsable (OSR). Una OSR requiere a su vez de personas socialmente responsables. Éstas se desenvuelven mucho mejor si su entorno está determinado, si se las orienta en su desarrollo profesional.

Quienes tienen a su cargo personas, y reclaman disponer de personas socialmente responsables, tienen toda la razón. Pero también es necesario crear el entorno adecuado para que las personas, que no son malas por naturaleza en absoluto, puedan progresar de forma ética.

Es necesario un caparazón que premie las buenas prácticas éticas y castigue las malas, que oriente sobre los comportamientos que organizacionalmente construyen valores corporativos. Con ese caparazón, con un sistema de gestión ético, podremos empezar a disponer de personas socialmente responsables, construir responsabilidad individual.







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