Por Stakeholders

Lectura de:

Por María Cecilia Villegas
Directora Ejecutiva de Prospera

Durante la mayor parte de la historia, las mujeres han sido consideradas seres inferiores. Pasaban de ser “propiedad” de sus padres a “propiedad” de sus maridos sin mayor poder de decisión sobre sus bienes, sus vidas, sus cuerpos y sus hijos. Hasta mediados del siglo XX las mujeres en el Perú no tenían derecho al voto, ni a obtener un pasaporte sin la autorización de sus maridos.

En el Siglo XIX se creía que los hombres eran más inteligentes que las mujeres porque el tamaño de sus cerebros es entre 8-13% más grande. Sin embargo, la evidencia demuestra que las diferencias en habilidades cognitivas y motoras entre los sexos son casi inexistentes. Y cuando existen, no siempre son a favor de los hombres. En realidad, el tamaño del cerebro masculino, como en el caso de cualquier órgano, es simplemente proporcional al tamaño de sus cuerpos.

En las últimas décadas ha habido un incremento notable en el acceso a educación y salud de las mujeres, el reconocimiento de sus derechos, acceso al empleo, ingresos, crédito y a la justicia. Sin embargo, las mujeres siguen desarrollándose en los escalafones más bajos de las empresas. De acuerdo con Índice Global Gender Gap solo el 6% de los directores de empresas son mujeres. Lo mismo ocurre en la política, de 24 gobernadores en el Perú solo 1 es mujer. De 195 alcaldes provinciales, solo 6 son mujeres.

Pese a las barreras que enfrentan, el estudio de pobreza multidimensional de PNUD reconoce el importante rol que tienen en la económica global. El estudio identifica como uno de los grandes logros de América Latina, el avance social y la reducción de la pobreza, se explican por tres transformaciones estructurales: la urbanización, el crecimiento del sector servicios y la feminización de la fuerza laboral. En 1980 el 30% de las mujeres trabajaba fuera de casa. Actualmente el 52% de las mujeres latinoamericanas lo hace. Sin embargo, la mayoría se desarrolla en el mercado informal, caracterizado por su precariedad, subempleo, aislamiento e inestabilidad. Las mujeres en el sector informal tienen mayor riesgo de ser víctimas de acoso por parte de las autoridades, desde la policía y los supervisores municipales hasta los funcionarios de la administración tributaria.

María Cecilia Villegas.

Para que una economía funcione en todo su potencial, se requiere la participación de las mujeres en actividades que desarrollen y utilicen de la forma más productiva sus habilidades y talentos. Cuando las mujeres no tienen la posibilidad de completar su educación, especializarse en determinadas ocupaciones y ganar los mismos salarios que los hombres, como consecuencia de la discriminación de género, el país no desarrolla todo su potencial económico.

Según el Banco Mundial, si no hubiera sido por el aumento de los ingresos de las mujeres en la dé-cada 2000-2010, la pobreza extrema y la desigualdad de ingreso promedio habrían sido un 30% y un 28% más elevados, respectivamente. Mientras que un estudio de CEPAL muestra que, si los países latinoamericanos impulsaran un mayor acceso de las mujeres al empleo y redujeran las diferencias de ingresos entre los hombres y las mujeres, reducirían la pobreza en 10%.

Lograr la equidad de género es economía inteligente.







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