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La desigualdad entre hombres y mujeres y la escasez de mujeres en cargos directivos están directamente relacionados con el estereotipo de roles que se les han asignado al género.

Por Alexandra Ames
Directora de Poleas Lab


No es ninguna novedad que las mujeres ganamos menos que los hombres. Según el INEI, el promedio de ingresos en el ámbito urbano para los hombres en el 2017 es de S/1.789,70 mientras que el promedio de ingreso de las mujeres es S/1.208,50. Esto significa que las mujeres están ganando el 30% menos.

Como vemos en el Gráfico 1, la tendencia de la diferencia entre el hombre y la mujer parece permanecer estable para los últimos años. De hecho, para el 2017, la diferencia de salarios promedio era de S/581,21. La tendencia de diferencia en términos monetarios muestra una tasa de crecimiento de 4,57%. Esto refleja que para el año del bicentenario se proyecta que la diferencia será de S/658.

Algunas empresas están tratando de cerrar esta brecha desde una perspectiva de responsabilidad corporativa, pero estas pocas iniciativas se hacen de acuerdo con la libre determinación de cada empresa y no porque exista una política pública efectiva desde el Estado que lo evite.

Fuente: Elaboración propia con datos del Informe Técnico Estadísticas con Enfoque de Género Marzo 2019.

Lo importante es identificar a la brecha salarial ente hombres y mujeres, no como un problema en sí mismo, sino como el síntoma de una problemática más estructural: el arraigo de roles estereotipados en donde se asocia a las mujeres con labores domésticas no remuneradas o en cargos u oficios sin proyección a algún ascenso salarial o infravaloradas.

De acuerdo con la encuesta Roles y Violencia de Género del Instituto de Opinión Pública (IOP) de la PUCP del 2016, el 49,5% de peruanos y peruanas considera que cuando una mujer tiene un trabajo de jornada completa, la vida familiar se perjudica. Combatir esta perspectiva es clave para empezar a hablar de una real equidad entre el hombre y la mujer. Las personas que respondieron esto ¿responderían que la vida familiar también se perjudicaría si el hombre es el que tiene un trabajo de jornada completa?

La inequitativa distribución de roles y actividades en el hogar es un hecho que hace que el machismo perpetre en nuestra sociedad. Como vemos en el Gráfico 2, los hombres le dedican 50 horas con 38 minutos a actividades remuneradas a la semana, mientras que las mujeres le dedican 36 horas semanales con 25 minutos. Es decir, las mujeres se dedican un tercio por ciento menos que el total de los hombres para actividades remuneradas. Para el caso de trabajo doméstico no remunerado, vemos que los papeles se invierten: los hombres le dedican 15 con 53 minutos a la semana, mientras que las mujeres le dedican 39 horas con 28 minutos. Es decir, los hombres están ocupándose en actividades domésticas 60% menos del tiempo que lo que ocupan las mujeres.

Si comparamos el nivel de ocupación de los hombres y mujeres por tipo de actividad (remunerada y no remunerada), vemos que las mujeres trabajan 14 horas con 13 minutos menos que los hombres, mientras que en el caso de actividades no remuneradas, las mujeres trabajan 23 horas con 35 minutos semanales más que los hombres. En otras palabras, las mujeres pierden un día entero extra en comparación con los hombres por labores domésticas no remuneradas cada semana.

Por otro lado, si sumamos el total de horas involucradas tanto en actividades remuneradas como en las domésticas no remuneradas, vemos que los hombres en total, ocupan 66 horas con 31 minutos mientras que las mujeres ocupan 75 horas con 53 minutos. Esto significa que la mujer tiene un exceso de 9 horas con 22 minutos a la semana.

Nos queda un camino muy largo por recorrer pero resulta indispensable continuar luchando por visibilizar más la presencia de mujeres capaces en todos los campos laborales. Necesitamos más políticas efectivas para erradicar el machismo. Algunas políticas existentes podrían verse incluso hasta contraproducentes. Por ejemplo, la conciliación entre vida familiar y trabajo deber ser una política que ayude a romper con los estereotipos, no que los refuerce. Por eso, políticas como éstas deben promover e invitar a más hombres a ocuparse de labores domésticas en vez de hacer que sean sólo las mujeres las que acceden a estos beneficios laborales.

*Este artículo fue publicado originalmente en La Mula.







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