Por Stakeholders

Lectura de:

Por: Jorge Melo
Presidente de Responde

La influencia que tienen los medios de comunicación sobre los niños y jóvenes es claramente superior al esfuerzo que puedan desplegar las escuelas por inculcar valores y una sana educación a sus alumnos; los maestros actúan en desventaja, debido a la potencia que tienen las plataformas audiovisuales para pasar mensajes más sencillos y digeribles para ese tipo de receptor. En Europa, la radio y televisión pública tienen muy claro su mandato y han sabido ofrecer contenidos de calidad con entretenimiento, modelo que no hemos podido replicar en América Latina debido, precisamente, a la incompetencia de nuestros propios gobiernos, sumamente mediocres para gestionar el país y peor aún para desarrollar medios audiovisuales masivos y divertidos en favor de la cultura y educación, haciendo más bien de estas plataformas, una ventana para difundir los supuestos logros de la administración de turno.

El tema se agrava cuando apreciamos las radios y los canales de TV del sector privado que ponen a personas de escasa formación a cargo de programas de entretenimiento, información u opinión que en vez de orientar y desarrollar mejores actitudes ciudadanas en sus públicos, lo que hacen es agravar el escenario. El silencio es muchas veces superior a los comentarios o respuestas ignorantes que terminan desorientando al público y generando en la población frustración.

Estos supuestos líderes de opinión dicen barbaridades y mentiras que luego no son contrastadas o corregidas, como si las palabras se las llevara el viento y el tener un micrófono adelante los liberará de cualquier responsabilidad frente a sus oyentes.

Hemos escuchado más de una vez a los broadcaster señalar que su tarea no es educar sino entretener, como si pasarla bien fuera lo opuesto a contar con mensajes positivos y con algo de respeto hacia la audiencia. En las radioemisoras, por ejemplo, muchos locutores destruyen el idioma al realizar sus comentarios, mencionan palabras que no corresponden y como quieren pasar por ilustrados, repiten términos cuyo sentido no es el que intentan expresar. Esto que pudiera pasar por anecdótico lo experimentamos, inclusive, en las grandes emisoras que salen en cadena nacional.

No estamos discutiendo sobre los contenidos de los programas televisivos o que se emitan más programas culturales, ese no es nuestro llamado de atención; estamos señalando que si se ha definido ofrecer ese tipo de programas, por lo menos se cuide la calidad de los mismos y que la conducción de estos se realice a cargo de personas mínimamente formadas para dirigirse a la audiencia con conocimiento de los temas que se está hablando. Eso significa contar con una buena producción, con rigor y calidad, que oriente al conductor para que diga la verdad, si su comentario ha sido inexacto que lo corrija y se lo señale así al público; fundamentalmente, que no diga barbaridades.

Si estamos en una cruzada nacional por mejorar nuestros estándares educativos, no nos quedemos en el maestro y, la escuela y la prueba PISA, sino que también debemos pronunciarnos sobre otros actores de la cadena formativa de nuestros niños y que tienen una fuerte incidencia. Los medios de comunicación nos invaden todo el día y todos los días con términos y conceptos equivocados que luego, los jóvenes al no poder contrastarlos, los asumen como ciertos. No hay posibilidad que desarrollemos capacidades y podamos ser competitivos con técnicos y profesionales formados en la mediocridad informativa.







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