Por Stakeholders

Lectura de:

Jorge Melo Vega
– Presidente de RESPONDE

Emprendimiento está asociado a un término feliz que implica esfuerzo, oportunidad, novedad, disciplina, asumir riesgos, correr solo, entre otras expresiones que nos han permitido sentirnos satisfechos e incluso ganadores, por haber sido reconocidos, en su oportunidad, como el país más emprendedor del mundo, según General Entrepreneurship Monitor (GEM).

Pero es esa una buena noticia o más bien una noticia trágica que nos descubre dramáticamente que la mayoría de los ciudadanos se tienen que ganar la vida como pueda, ante la carencia de oportunidades para conseguir un trabajo. Esa es la realidad, aproximadamente el 25% de la Población Económicamente Activa (PEA) tiene una relación laboral formal y el resto, probablemente lo que tienen es un empleo precario, un trabajo autónomo, o es un emprendedor.

La promoción del emprendimiento es una buena iniciativa, ya que genera los espacios para que los ciudadanos sean más atrevidos e impulsen propuestas innovadoras que los beneficiarán en lo personal y por tanto, también a la sociedad. Pero ese tipo de emprendimiento proviene generalmente de personas que tienen un buen nivel de formación y que aprovechando sus capacidades, ha sabido encontrar una oportunidad para desarrollar un proyecto novedoso.

Esos casos son más bien los pocos y hemos sabido celebrarlo, allí cuando han tenido éxito, y seguramente a lo largo de esta edición de Stakeholders los veremos adecuadamente reflejados. Más bien nos preocupa el otro escenario de emprendimientos, que son la mayoría, que se originan por falta de oportunidades laborales de las personas menos preparadas y terminan haciendo “una chamba”.

Estos “emprendimientos” son los que debemos tomar en cuenta con especial cuidado, ya que no aportan mayor valor a la sociedad, son poco competitivos, se desarrollan en la informalidad o al margen de la ley –si corresponde hacer esa disquisición- y terminan menoscabando el desarrollo de la persona y sus familias.

En nuestro medio se celebra mucho el emprendimiento y que seamos un país de empresarios, proclamando que todos deben ser empleados de sí mismo, sin embargo ese escenario nos va a limitar en la mejora nuestros indicadores de desarrollo, con empresas sólidas, grandes, con empleados preparados y con crecimiento en base a procesos meritocráticos; trabajadores que saben trabajar en equipo y que entienden que son los procesos colectivos y solidarios los que permiten construir una mejor sociedad.

No hay forma de entender una nación basada en esfuerzos individuales o basados en federaciones de independientes; así no funcionan las sociedades. Desarrollar políticas para la promoción del empleo es probablemente una de las mejores opciones para el crecimiento de emprendimientos sanos y que generen valor auténtico para todos.

Probablemente los mejores emprendedores saldrán entre aquellos que han tenido una experiencia previa en organizaciones como empleados, que han aprendido a trabajar en equipo y han percibido que su papel destacado en el empleo, les ha dado luces para desenvolverse en un proyecto propio. Ese tipo de emprendimientos seguramente tendrá mucha mayor posibilidad de éxito que aquel que surge por la necesidad de una “chamba” y que acabará con escasa sostenibilidad.

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