Crédito Agencia Andina
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Por Stakeholders

Lectura de:

Hans Rothgiesser
– Director Adjunto Grupo Stakeholders

Definitivamente no estoy solo cuando digo que en el Perú no se puede debatir civilizadamente de nada.  O por lo menos ésa es la impresión que uno se podría llevar de las redes sociales y de los medios en general.  La polarización durante las elecciones es cuando este fenómeno llega a su punto más alto, separando parejas, rompiendo amistades y conflictuando familias.  No obstante, en el actual periodo podemos observar cómo esta polarización -que usualmente se disipa después de la toma de mando- ha continuado cobrando todo tipo de víctimas.  Si alguien tiene dudas al respecto, que le eche un ojo al constante encuentro entre el Poder Ejecutivo y el Congreso.

Si no fuera que este impase nos trae tantas consecuencias negativas, sería hasta divertido ver cómo ambas partes fallan completamente en entender al otro.  Y no me refiero solamente a los congresistas y a los ministros, sino a toda la base de fans que tiene cada una de estas dos instituciones.  Por ejemplo, que los antifujimositas consideren que se debe declarar como una mafia ilegal a absolutamente todo lo relacionado al fujimorismo, fallando en entender que si bien hay corrupción en todas partes, no se puede declarar delito simpatizar con un partido político correctamente inscrito.

Según Alfredo Torres, las instituciones en las que más confía ahora la población son el Reniec, el BCR, la ONPE, el INEIy el Poder Judicial.  Son instituciones, pues, que han estado trabajando a pesar de todo y que tienen algo que mostrar en los últimos años de labor.  Quizás el Poder Judicial rompa con su presencia en esa lista, pero es que el conflicto entre el Congreso y el Poder Ejecutivo ha hecho que el Poder Judicial pase a segundo plano.  Este hecho por sí solo ya es memorable.

¿Cómo podemos cortar con esta espiral de incapacidad para colaborar? ¿Cómo podemos cortar con este ciclo, en el que un bando se regocija con su poder para bloquear al otro y ése, a su vez, se revuelca dejándose bloquear levantando las manos y dejandole en claro a todos los que quieran oír que no le dejan trabaja -como si la política fuese así de fácil-?

Lo primero es tener la intención de romper el ciclo, algo que dudo mucho que haya o que vaya a surgir próximamente.  No con estos actores políticos, en todo caso. Pensemos entonces en el segundo óptimo. ¿Cómo podemos evitar que algo así se repita? Que la siguiente generación de dirigentes políticos no operen desde posiciones tan polarizadas e inflexibles.

El activista Rob Hill en Mississippi tuvo un problema similar al tratar de mover su agenda de derechos humanos en un medio en el que el otro bando se negaba a escuchar o a negociar o a debatir.  Simplemente se negaba a todo.  Él entendió que el problema se originaba en el hecho de que el grupo con el que tenía que discutir no había tenido contacto con personas de los grupos a los que buscaba beneficiar con sus propuestas de políticas.  Por ejemplo, los miembros de la comunidad LGTB+.

CADE Universitario, por ejemplo, es una buena forma de juntar futuros líderes del país.  Un evento en el cual apenas el 38% de los asistentes son de Lima (en su versión del 2017, por lo menos) y en el cual el 43% terminó el colegio en un colegio estatal o público, entre otras cifras, aspira a ser una arena de contacto entre jóvenes que de otra manera no habrían podido contrastar su realidad y las distintas problemáticas a las que se enfrenta con las de otros potenciales líderes.  Un espacio en el cual pueden negociar anticipadamente una visión de país.  CADE Universitario es una buena iniciativa, aunque insuficiente.  Necesitamos más espacios como estos.  Más hackatones municipales, más ferias temáticas escolares, más encuentros de distintos tipos.







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