Por Stakeholders

Lectura de:

Hans Rothgiesser
Director Adjunto de la Revista Stakeholders


Hay un poema famoso que se suele usar para motivar a que la gente sea más activista por causas cruciales, aunque pocos saben que fue escrito por un pastor luterano alemán, Martin Niemöller, que falleció en 1984.  Éste empieza con “primero vinieron por los socialistas y yo no dije nada, porque yo no era socialista”.  El poema termina con “luego vinieron por mí y no quedó nadie para hablar por mí”.  Busca llamar a la acción cuando se cometen abusos y maltratos contra otros que no nos afectan directamente.

Quizás hace un par de décadas era necesario acudir a estas estrategias para fomentar más activismo en asuntos ambientales. Los que vieron el influyente documental de Al Gore, An inconvenient truth (2006) recordarán una secuencia en la que habla de una rana que se podría morir quemada, porque no nota que el agua se calienta lentamente. Gore pretendía ilustrar cómo es difícil llamar a la acción en asuntos relacionados a la problemática ambiental, dado que las consecuencias negativas de ésta se sienten a largo plazo y gradualmente. Dicho sea de paso, este documental no ganó uno, sino dos premios en los Oscars.  Uno por mejor documental, el otro por mejor canción original.

Hoy en día los efectos del cambio climático son indiscutibles. Tenemos aumento del nivel del mar que es medible y constatable. Tenemos olas de calor que nos consta una vez al año.  Tenemos terribles tormentas que causan muchas pérdidas y dramas que no nos afectan a nosotros directamente, pero que podemos observar en las noticias internacionales (“primero vinieron por…”). Etcétera, etcétera. Negar que el calentamiento global sea algo real es ir en contracorriente en todo sentido.

De hecho, según estadísticas globales de Ipsos, el 37 % considera al calentamiento global como el problema ambiental más relevante, seguido de contaminación del aire con 35 % y manejo de la basura que estamos generando con 34 %. Un 37 % puede parecer un porcentaje bajo.

Y esto es básicamente porque lo es.

Definitivamente, en parte se debe a que hemos tenido asuntos más urgentes entre manos. Desde hace más de un par de décadas nos hemos encontrado enfocados primero a salir de una crisis, luego a consolidar el crecimiento económico y luego a reactivar la economía. En ese proceso de varios años la pobreza se ha reducido y hemos debido pasar a reformas más profundas, como la de la educación que ahora se pretende revertir o la reforma política para la cual todos pasamos por un referéndum que parece que no se va a cumplir.

Cualquiera que haya estado involucrado en un proyecto ambiental sabe que es difícil captar apoyo para causas relacionadas a la protección del medio ambiente. No solo está el hecho de que los beneficios (o los costos de no hacer nada) se notan recién a muy largo plazo, sino que además hay grupos de interés que reciben rentas extraordinarias de la situación actual y que hacen lo posible para que las cosas se queden como están.

Esto no es un llamado a que las cosas se queden como están. Es fácil tirar la toalla o su versión más sutil, difundir el mensaje fatalista de que ya todo está perdido y que es tu culpa, tu culpa y tu culpa.  No obstante, no tenemos que quedarnos ahí.

Tenemos muchos ejemplos de activistas y líderes que han logrado encontrar el mensaje para motivar a otros, así como analistas y pensadores que han encontrado soluciones a asuntos ambientales que se consideraban imposibles sin perjudicar a otros. Después de todo, es fácil dejar de contaminar porque no se hace nada. Eso no es lo que queremos.







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