Por Stakeholders

Lectura de:

Por: Jorge Melo Vega
Presidente de RESPONDE

El Perú y su crecimiento económico es la primera frase que manifiestan los líderes políticos y económicos del mundo cuando se refieren a nuestro país: Shinzō Abe del Japón, Obama de EEUU, Lagarde del FMI, Xi Jinping de China, entre otros, dijeron que somos el país estrella del crecimiento. Por eso es que nuestras autoridades se sienten ganadoras cuando participan en los foros económicos globales y cuando nos comparan con otras economías, sencillamente llegan al delirio: “qué buenos que somos”. Sin embargo, a los ciudadanos peruanos les cuesta mucho entender eso de ser ganadores y la actitud confrontacional que muchas veces manifiestan, no coincide con la reputación que creemos haber conseguido por hacer las cosas bien.

Toca entonces interrogarnos, ¿por dónde es que se ha ido generando esa brecha entre el éxito y la frustración? Todo indica que recién estamos aprendiendo que desarrollo no es sinónimo de crecimiento económico, porque aunque tengan mucho de parecido, en verdad tienen una dimensión muy diferente. Probablemente es por allí que empezamos a perder el rumbo, ya que no estamos entendiendo que si las premisas no son iguales, entonces hay que gestionarlas de manera diferente y no insistir únicamente en que si logramos un crecimiento del 6% anual, lograremos reducir la pobreza y alcanzar el desarrollo.

Esa falta de visión para actuar sin incorporar dentro del foco a la ciudadanía, es la que nos paraliza y está promoviendo el incendio en la pradera. No hay capacidad política para llegar a la población y orientarla en una serie de beneficios que ya están recibiendo y que recibirán, si somos capaces de informarla y orientarla adecuadamente. Lo hemos dicho en anteriores artículos, nadie le explica a los ciudadanos las ventajas y beneficios que les traen las infraestructuras y servicios que reciben: como cuidarlos, como emplearlos adecuadamente, el valor que tienen para mejorar su calidad de vida, etc. El fierro y el cemento (crecimiento económico) por sí sólo no conduce a la apropiación de dichas infraestructuras y por eso, cuando hay conflicto la población las destruye. ¿Eso es desquiciado? para nosotros sí, para los supuestos beneficiarios, parece que no.

Miremos los recientes conflictos desarrollados en las últimas semanas para entender la brecha de la que hablamos. Son conflictos que no tienen una naturaleza de reivindicación socioambiental contra una empresa, como ha ocurrido en otras oportunidades. No. En estos casos son claramente expresiones de frustración y falta de comunicación entre un Estado que no puede transmitir mensajes coherentes a sus ciudadanos: en Andahuaylas la población entró en conflicto para denunciar la corrupción y la precariedad de los servicios públicos. Para ello, destruyeron bienes públicos, quemaron buses y secuestraron autoridades incluido el Contralor General de la República. Todo esto en Apurímac, la región que más crece y crecerá en los próximos años.

Dos días antes, en Juliaca ocurrieron actos de violencia porque la población quería más seguridad, policías y patrulleros. Por su causa quemaron locales nocturnos, enfrentándose a la policía, destruyendo sus instalaciones. Luego, en la misma semana ocurren los hechos de Huaycán (en Lima, la capital), en el que la población enardecida se confrontó con la policía quemando vehículos y tratando de saquear la comisaría, para hacerse justicia directamente debido a un delirante sicosocial desarrollado en las redes sociales.

Tres casos de movilización y violencia ciudadana contra el Estado, por falta de interlocución formal y ausencia de canales naturales de comunicación. Estamos mencionando aspectos básicos para el funcionamiento de un Estado, procesos que cuando funcionan se les llama institucionalidad. En nuestro caso, no existen y la población se siente huérfana, desorientada y únicamente con capacidad de actuar de forma primitiva. Ausencia de Estado de Derecho es la frase correcta.

Somos un país pobre con plata. País que por tener crecimiento económico intenta acceder a un club de países, como es la OCDE, que tienen recursos pero que su desarrollo se basa en la institucionalidad que han trabajado sus líderes y ciudadanos. Cuántos millones de soles del presupuesto de la República y capacidades estamos dispuestos a destinar para desarrollar ciudadanía en nuestro país?, ¿Cómo vamos a organizar al Estado, subnacional y nacional, para que los ciudadanos perciban que existe autoridad, liderazgo y que hay una luz al final del túnel?







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