Por Stakeholders

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En la presente entrevista, Víctor Meseguer, director de la Cátedra Internacional de RSC de la Universidad Católica de Murcia (España), compartió su experiencia en los campos de la responsabilidad social y la sostenibilidad en Europa. Además, brindó su percepción de esta temática a nivel latinoamericano.

POR MARCO MINAYA
mminaya@stakeholders.com.pe

 

¿Cómo se ha venido gestionando en Europa el concepto de la responsabilidad social corporativa (RSC)?

En Europa, la RSC se incorpora en una primera fase de un ámbito que está mucho más ligado al marketing, a la comunicación, a la imagen de la marca, al posicionamiento de esta; es decir, se mueve en lo referido a la comunicación estratégica. Lo cierto es que en Europa, por imposición de la Unión Europea, lo que era voluntario empieza a ser obligatorio. Hay dos directivas que transforman el mundo de la responsabilidad social en todos los países de la Unión Europea y la primera es sobre la información nacional.

Esta indica que hoy las empresas de 500 trabajadores – de aquí a dos años las de más de 250 – y de otros indicadores en cuanto al volumen de facturación; no les es suficiente con depositar el resultado contable en el registro mercantil (el informe económico), sino tienen que depositar un informe no financiero que es muy importante. Además, tienen que informar si trabajan en países de América Latina, cuál es su relación en materia de los derechos humanos de las poblaciones indígenas, de derechos sindicales, de diversidad, de los estándares de la Organización internacional del trabajo (OIT), de políticas de salud, agua y seguridad, derecho de información, políticas de corrupción, soborno y demás.

¿Qué importancia tiene el rol del Estado en el desarrollo de la responsabilidad social y la sostenibilidad?

Creo que en muchos países de Europa dirían que la RSC se debe de dar de manera voluntaria y que el reto es el cumplimiento normativo, no es así. Soy partidario de que haya permeabilidad entre voluntariedad y regulación legal; porque el ser humano es igual en todo el mundo y la tendencia a no colaborar es natural. Creo que si el ser humano no tuviera leyes, no nos entenderíamos. Algo que me preocupa en América Latina es que noto una ausencia del Estado y este tiene que existir, exigir y dar el ejemplo. Si el Estado no tiene presencia, es muy difícil, el poder económico va a hacer lo que quiera. Tengo una formación jurídica, por lo que soy criminoso, educador, abogado, catedrático; en ese sentido, lo que más me parece importante es que el Estado regule y luego la empresa puede mejorar la regulación. La empresa debe ser más responsable que nosotros, pero nosotros tenemos que educarnos en sostenibilidad y el Estado debe regular en ella.

En el caso de España, una empresa sabe que si no respeta los derechos humanos y posteriormente se establece en un país tercero, el Estado no le va a apoyar en dar subvenciones, ni servicio en la embajada; es más, el Estado le puede complicar su desarrollo. Por consiguiente, el Estado no puede dejar al libre albedrío a las empresas, debe estar regulando y premiando las buenas políticas; aunque no soy partidario de los premios, sí creo que hay que reconocer e incentivar a que la gente practique la sostenibilidad. Existe también la ley de contratos públicos, no sé si existen las clausulas sociales en la legislación peruana, pero eso a mucha gente le cambiaría el chip o  también es una opción el informe no financiero. Por otra parte, el Estado no tiene que dedicarse solamente a regular para que la gente se sume a sus políticas; su rol no acaba en planificar, acaba en políticas de fomento y estas necesitan presupuesto.

En la actualidad, los ODS son las metas concretas de la sostenibilidad en el mundo. ¿Qué debemos de tomar en cuenta para que en un futuro próximo se garantice su cumplimiento?

Considero que en lo referido a los ODS las personas no han entendido bien esta cuestión; o sea, no se trata de decir «yo lucho contra la pobreza» y punto, no. Hay que repasar las metas de los objetivos y ver si las cumplimos, para ser conscientes de lo qué hay que hacer. Muchas veces, la gente se queda en lo superficial y esto se convierte en una operación estética a un “muerto”, puro maquillaje. Por eso, para mí, el informe no financiero es el más riguroso, porque se tiene que verificar que se cumple en la realidad lo que hay en el documento; entonces, si estamos hablando de que estás trabajando en la sostenibilidad con respecto a la emisión del CO2, muestra los documentos donde tú compruebes que lo estás haciendo. Si dices que estás luchando contra la corrupción, muestra el plan de prevención penal que has hecho, el cual no sea un plagio que has adquirido de internet; porque si no estamos devaluando el concepto de sostenibilidad y se convierte en un tema de comunicación corporativa, de posicionamiento de marca y esto no responde a las políticas que fueron el génesis de la RS.

Se suele ver muchas veces a la responsabilidad social como un acto de filantropía, ¿cuál es la percepción que tienen en España de este concepto?

En España empezó así pero, por ejemplo, si volvemos al informe no financiero, no preguntamos qué es lo que se hace de filantropía, ya que esto no incluye. Lo que es necesario saber es si cumplen con los convenios de la OIT, si hay trabajo infantil o no, si hay políticas de igualdad de género o no, si hay un trabajo contra la corrupción o no. Indicar que “yo le dono a la gente» eso está muy bien, pero eso no es parte del informe no financiero. Reconozco que en la empresa lo entendían así, que te digan que la RSC  es «sí, yo ayudo a la fiesta del pueblo; sí, yo hago campaña de navidad»; pero las directrices no van por ahí.

Lo importante es saber cuál es tu estrategia para el desarrollo sostenible. Por ejemplo, Europa está apostando fuerte por la economía circular.  Los proyectos de economía circular, por ejemplo en mi universidad, cuentan con un fondo europeo de 4,2 billones de euros; y esto porque el reciclaje va a formar parte de nuestro futuro. Entonces, hay todo un esfuerzo de recursos financieros y educativos para introducir la economía circular en las empresas, dicho esto, aún nos queda mucho por trabajar al respecto.

Para finalizar, ¿cuán importante es la comunicación en la reputación de una organización?

De los dos premios Nobel de América Latina en Literatura, claramente me descarto por Gabriel García Márquez, y él decía que lo que no se publica no existe; para mí la clave está en que lo que se publique sea verdad. Si me preguntan cuál es la línea de especialización de la cátedra que dirijo, es la de posicionamiento de marca, posición corporativa y comunicación; pero te lo digo con toda la lealtad y la transparencia, hay empresas a las que no les acepto un contrato. Creo que la buena práctica hay que comunicarla, que comunicar la RSC es una pedagogía extraordinaria; que revistas como Stakeholders hacen un favor impagable a la RSC porque la están divulgando.

La única clave es que esto no se realice a cualquier precio. Si tenemos claro que lo que una empresa comunica no es cierto, hay que decirlo; porque para mí la comunicación es fundamental para un proceso de cualquier cambio de pedagogía social. También considero que el papel de los medios de comunicación en la divulgación de la RSC es de primer orden y soy muy partidario de esto, pero con una premisa o un límite; no comunicar lo que no es verdad. Por otro lado, también considero que este tema de la RSC es un perfecto pretexto para volver al periodismo de investigación.

 







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