Por Stakeholders

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“En el mundo natural los residuos no existen, pero los humanos generamos unos residuos tóxicos que a largo plazo hacen insostenible este mundo”, son palabras de Sladjana Mijatovic, experta en economía circular, jefa de la Oficina de Tecnología de Innovación Circular del Ayuntamiento de Amsterdam y desarrolló muchos proyectos de economía circular.

Debido a la centralización, “se prevé que para el año 2050, el 70% de la población vivirá en ciudades, así que, la concentración de residuos en las ciudades también será muy grande e incontrolable. Para hacer frente a este problema, es necesario pensar de una nueva forma de consumir y producir y el sistema de economía circular puede ser una solución viable” expuso Mijatovic. Por lo tanto, este sistema no es una moda ni una tendencia, sino una obligación que coloca al consumidor y al ciudadano de a pie como un eslabón imprescindible del desarrollo sostenible.

Como ciudadanos, se puede intervenir en tres ámbitos relevantes, tal como, la movilidad, la alimentación y la construcción, que son sectores clave dentro de los postulados de la economía circular.  Los ciudadanos deben replantearse y dejar de ser consumidores para que este sistema funcione. El consumidor tiene el pensamiento individualista, en cambio, un ciudadano, no.

Respecto al sector de movilidad, uno puede involucrarse con el sistema de movilidad multimodal dominado por un tránsito público y compartido. Estos cambios generarían menos carros, pero serían mejor utilizados, con menos espacios dedicados a estacionamientos y carreteras,  menor contaminación del aire y congestión del tráfico. La movilidad individual se ofrecería como una solución de último recurso.

En cuanto a la alimentación, los cultivos verticales y techos verdes en la ciudad suministraría buena parte de los alimentos, donde se reutilizaría los desperdicios alimenticios y las aguas aprovecharlas para producir vegetales, frutas y pescados. Además, se conseguiría un estilo de vida más saludable, ya que se  evitaría el uso de químicos externos que, actualmente, contienen la mayoría de alimentos.

Por lo que concierne a la construcción, evolucionarían a ser viviendas y oficinas diseñadas para ser compartidas, con edificios duraderos de usos mixtos concebidos de forma modular y construidos con materiales no tóxicos y provenientes del bucle circular. Los recursos se aprovecharían al máximo e impactarían en la reducción del costo de vida.

Para convertirse en ciudadanos circulares, solo hace falta creatividad, ecoinnovación y el desarrollo sostenible. Las zonas urbanas se transformarían en focos de actividad económica circular y en óptimas condiciones para una mejor calidad de vida.







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