Por Stakeholders

Lectura de:

Jorge Sanabria
Director del Centro de Estudios para el Desarrollo Sostenible (CEDS) de la Universidad de Lima


Muchos autores atribuyen la introducción del concepto “economía circular” a Pearce y Turner en el año 1989, al describir la forma en que los recursos naturales influyen en la economía al proporcionar insumos para la producción y el consumo. A partir de entonces, se ha estudiado mucho este modelo económico que sigue el patrón cíclico de la naturaleza al convertir los residuos en recursos, donde el concepto de desperdicio no existe. Todo es una entrada a otro proceso en el ciclo de vida.

Este modelo es claramente opuesto al modelo de economía lineal, en el que se extraen los recursos de la naturaleza para producir bienes o servicios. Ahora bien, nos podemos preguntar: ¿es mejor lo lineal que lo circular? Por experiencia sabemos que el desarrollo alcanzado por muchos países se basa en la linealidad de su economía y la producción extractiva de sus industrias. Veamos algunas consideraciones previas: lo primero que hay que entender es que “nada es ilimitado”, ni el aire respirable que tenemos, aunque sea difícil de creer.

El creciente aumento de los requerimientos por bienes y servicios, de la aún más creciente población mundial, ha generado una fuerte presión en la biocapacidad del planeta de regenerar estos recursos. Citando a Mathis Wackernagel quien señaló durante su ponencia en la Cumbre Rio +5 en 1997: “si fuera posible extender a todos los seres humanos el nivel de consumo de los países desarrollados, sería necesario contar con tres planetas para atender la demanda global”. Y el tiempo le está dando la razón, pues, a la fecha, según la Carbon Footprint Network, necesitamos 1,7 planetas para cubrir nuestras necesidades.

Vamos a un ejemplo sencillo: ¿cuántos de nosotros hemos cambiado de teléfono móvil, ya sea porque salió el nuevo modelo, el que la mayoría de mis amigos tiene o simplemente porque ya no me gusta el que tengo? ¿Qué hacemos con el equipo viejo? En el mejor de los casos va a parar al cajón de los recuerdos o simplemente a la basura.

No quiero ahondar en la contaminación que generaría este pequeño aparato como residuo sólido, sino mirar más adentro, específicamente dentro del celular, para hacer notar que tenemos diferentes metales, desde el más simple y conocido cobre hasta algunos más elegantes y refinados como la plata. Si fueran extraídos adecuadamente se convertirían en materia prima de otras industrias, e inclusive podrían regresar a nuestras manos en forma del nuevo celular que tal vez compraremos.

No solamente es reciclar, es comprometerse a nivel industrial, bajo una mirada de responsabilidad social ambiental, a establecer verdaderos ecosistemas o cadenas productivas que tomen los residuos, de cualquier fuente, y los conviertan en materia prima o en un producto terminado. Europa ya dio ese paso, su plan de transformación a una economía circular, puesto en marcha en 2014, ha implementado más del 85 % de las iniciativas, las que le han permitido generar alrededor de cuatro millones de empleos y han movilizado cerca de 15.000 millones de euros en inversiones privadas. El Fondo de Celebración de la Independencia de Finlandia y McKinsey, estimó para el 2014 unas   ganancias anuales de 2.500 millones de euros para la economía nacional de Finlandia a través de la economía circular.

Entonces, si vemos que la mirada del mundo está en preservar el ecosistema terrestre para conseguir un desarrollo sostenible siendo socialmente responsables con nuestro entorno y stakeholders, ya tienes la respuesta. ¿Qué modelo económico consideras que es mejor?







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