Compliance Blue Marker

Por Stakeholders

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Por: Jorge Echeandía
Oficial de Gobierno Corporativo, Corporación Financiera Internacional, IFC

Al igual que cualquier persona natural, las empresas logran la real madurez cuando toman consciencia de sus actos, las consecuencias que estos traen y las medidas que deben aplicar para prevenir lo predecible. La psicología infantil indica que al negar cualquier acción a un niño en etapa de formación solo logra bloquear su comportamiento natural y todo lo positivo que podría traer la actitud libre de un nuevo explorador; y eventualmente un pequeño raspón en las rodillas.

Jorge Echeandía – Oficial de Gobierno Corporativo, Corporación Financiera Internacional, IFC

En gran parte del sector público, la llamada “fiscalización” es un arma preparada para sancionar todo lo que podría mínimamente presumirse ilícito. Gente absolutamente honesta enfrenta procesos penales por haber procurado mayor eficiencia y ahorro al Estado cuando el jefe ordenaba que se gaste más. Al salir del entorno de “cumplimiento” (gastar más y en peores condiciones), el funcionario honesto, eficiente y muy profesional termina visitando el cálido Poder Judicial, mientras las obras bien planificadas siguen esperando la llegada de un fenómeno del niño o un sismo que haga notar que el día anterior se requería acción.

En las organizaciones privadas se ven los dos extremos: una compañía que tiene todos los controles posibles, como, por ejemplo, una financiera, supervisada por la SBS, SMV, municipalidad local y metropolitana, autoridades de trabajo (si, en plural), SUNAT, grupos de interés, y un largo etcétera. En consecuencia, la compañía tiene códigos preparados para cumplir con cada una de estas organizaciones y de paso, encontrar un responsable a quien señalar ante cualquier sanción. Reglamentos internos de trabajo de 160 artículos, que un trabajador declara “conocer” una vez que ingresa a la empresa, o una serie de códigos de buenas prácticas que firmamos una y otra vez, es lo que vemos en un mercado que presiona la formalidad y le obsequia sobrerregulación a diario.

El compliance es una práctica muy poderosa y efectiva; por lo tanto, no debemos permitirle caer en el mismo saco de las 33000 leyes y más de un millón de normas jurídicas peruanas, sino considerarlo como una herramienta de real ayuda al empresario y su entorno. Nos corresponde promover su aplicación en todas las personas jurídicas, considerando algunas recomendaciones que podrían ayudar en el éxito del proceso de implementación: a) Tomarse muy en serio el proceso, liderado por la más alta autoridad de la empresa; b) No crear normas, procesos, sistemas o instrucciones que burocraticen innecesariamente la operación de la empresa; c) Confiar lo más posible en el equipo, en vez de tenerlo amenazado; d) Ser consecuentes al sancionar; si corresponde hacerlo con dureza, hacerlo; e) Generar predictibilidad; f) Preparar cualquier documento a la medida, jamás “calcar” un formato que fue exitoso en otro negocio; g) Enfocar todos los esfuerzos en identificar -y quizá corregir-, contagiar e interiorizar la cultura de la empresa; h) Cuidar sobremanera la esencia, los valores de la compañía.

Recordemos que los más graves casos de corrupción empresarial y las mayores sanciones por responsabilidad culposa de las empresas se han dado en compañías que hicieron su tarea documentaria en materia de compliance, todas hicieron “check” y pasaron con visto bueno las evaluaciones del regulador y algún evaluador externo, pero lamentablemente los valores institucionales y prácticas no coincidían con lo que señalaban las docenas de documentos que redactaron -o mandaron a redactar- y tenían resguardado en su biblioteca.  Vivir el compliance en la empresa, considerándolo como un valor más de cada uno de los colaboradores, desde accionistas y directores, hasta terceros que trabajan a destajo, es el camino correcto hacia la trascendencia de las organizaciones, alejadas de riesgos innecesarios e irreparables.

 

 







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