Por Stakeholders

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Por: Christian Arzápalo
Ejecutivo Corporativo de Responsabilidad Social de FONAFE

Con los avances y retrocesos de los últimos años, podemos decir que la Responsabilidad Social Corporativa, lejos de ser una moda con objetivos a corto plazo, se está convirtiendo en un factor competitivo estratégico dentro del core bussines de las empresas.

Christian Arzápalo – Ejecutivo Corporativo de Responsabilidad Social de FONAFE

En este contexto, existe una fuerte demanda por parte de la sociedad que exige compromisos éticos basados en la transparencia. Por ello, es indispensable que las empresas puedan definir e interiorizar los valores que las determinen, que prioricen a sus principales grupos de interés para elaborar canales de comunicación que favorezcan el diálogo con ellos, para que puedan comunicar desde la confianza, cómo se entiende la sostenibilidad y en ese sentido, esta comunicación posee una relevancia mayor cuando hablamos de empresas del sector público, sector que posee un potente valor social misional, donde el propósito muchas veces trasciende la rentabilidad, pero que no comunica su alcance y cobertura de la mejor manera.

Una empresa socialmente responsable es aquella que tiene insertada en su cultura organizacional la idea de minimizar sus impactos negativos en el ámbito social, económico y medioambiental, yendo más allá de los requisitos legales de operación, los compromisos y obligaciones y las acciones aisladas. En ese sentido, las empresas del sector público deberían beneficiarse de esta gestión responsable para generar una ventaja competitiva, rindiendo cuentas a sus grupos de interés, huyendo de visiones cortoplacistas, y creando valor a mediano y largo plazo, de manera que se asegure su sostenibilidad futura. A las empresas públicas no les queda otro camino que ser sostenibles en el tiempo, tanto por su valor estratégico como geopolítico.

Sin embargo, se evidencian muchos aspectos por corregir. Por tomar dos ejemplos, las empresas no saben definir bien sus grupos de interés, no saben quiénes son ni cuáles son los aspectos más relevantes en la relación con estos. Ello hace que se presuponga, se identifiquen y se coloquen en los planes estratégicos pero sin definir estudios de materialidad ni diálogos con sus principales grupos de interés basados en la transparencia y en la continuidad en el tiempo.

Tomando en cuenta el sector empresarial público, el asunto es aún más complejo porque muchos de los grupos de interés son de diferentes culturas y en la comunicación que se tenga con ellos se debe añadir más aspectos a tener en cuenta a la hora de relacionarnos con ellos de manera efectiva.

La relevancia o materialidad de los asuntos y actividades con estos grupos de interés serán distintos para cada uno de ellos, probablemente tengan intereses que pueden hasta ser contrapuestos, y las acciones que las empresas tomen les pueden impactar de diferente forma.

Otro aspecto que debemos de mejorar es la calidad de los reportes de sostenibilidad, si bien cada vez más empresas elaboran reportes de sostenibilidad, notamos que son informes voluminosos que poco valor agregan a la estrategia de negocio, además que suelen publicarse a destiempo. Estos reportes muchas veces son tercerizados por consultores que no socializan el proceso y sólo entregan el producto final, perdiéndose el cliente la riqueza del proceso mismo, donde cada área entrega su información en términos de sostenibilidad y permite ver las brechas que hay que ir cerrando en toda la cadena de valor.

En temas de transparencia, los reportes de sostenibilidad en su mayoría sólo informan lo bueno, lo positivo, información más asociada a un trabajo de marketing. Lo ideal sería que un reporte de sostenibilidad trate de informar sobre las brechas que hay que cerrar, los gaps que se tienen en sostenibilidad, no se comunican cuáles han sido los retos y problemas en los que las empresas se encuentran, cómo se piensan abordar y en cuánto tiempo se piensa hacer.

Lo anterior podría derivar en un diagnóstico que permita a las empresas elaborar planes de responsabilidad social alineados a la estrategia del negocio, con programas y proyectos de responsabilidad social con indicadores de impacto y no como se vienen trabajando, meras acciones aisladas, filantrópicas, sin un impacto definido en el área de influencia directa, acciones sin presupuesto definido, que dan la impresión de ser un gasto sin un retorno social de esta inversión.

El espíritu de la responsabilidad social no debe ser lavar la cara de las empresas, sino que debe acompañar en el proceso de la empresa en lograr ser responsable de manera transversal en toda la organización, de arriba hacia abajo, buscando generar sostenibilidad que si está correctamente diseñada está planeada a largo plazo y en el sector empresarial público, esto es perentorio.

 

 

 

 







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