Por Stakeholders

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Con ocasión de la CADE 2018 es de extrema relevancia trasmitir a los participantes y seguidores, durante y después del evento, que frente a los múltiples problemas del día a día, agravados con los de carácter político, se está dejando de lado lo sustantivo para el país, que es cómo elevar su potencial de crecimiento e ingresar a la ruta de un país del primer mundo, ruta que nos permitiría cruzar la puerta de ingreso de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).

César Peñaranda – Director del Instituto de Economía y Desarrollo Empresarial (Iedep) de la Cámara de Comercio de Lima (CCL)

El enfoque tiene que tomar en cuenta simultáneamente dos aspectos centrales de cualquier agenda que tenga como objetivo lo señalado. El primero es fortalecer los cimientos del crecimiento, que significa mantener la estabilidad económica respetando los fundamentos macroeconómicos y consolidar la institucionalidad que en términos simples y breves implica desterrar la corrupción, reducir la inseguridad, imponer el imperio de la ley  e implantar cabalmente la transparencia de la información. Esto, además, es vital para que funcione la democracia y la economía de mercado.

El segundo aspecto se refiere a dinamizar, poner a funcionar los motores del crecimiento. En concreto, son dos: la inversión como elemento clave para mover la economía, generar empleo y elevar los ingresos; a la par con coadyuvar a incrementar la productividad que es el segundo motor, con base en la cual se reducen los costos reales de operación de los agentes económicos, se eleva la rentabilidad y se alcanza más y mejor competitividad. Ambos motores garantizan, en especial la productividad, crecer de manera sostenida a tasa alta.

Efectivamente, el crecimiento potencial del Perú ha retrocedido de manera preocupante, estaba en el entorno del 6.5 % en la década pasada y actualmente está alrededor del 3.5 %, son tres puntos porcentuales que es indispensable recuperar para poder aspirar resolver los agudos problemas que aún enfrenta el país como la pobreza y la alta informalidad.

En el caso de la estabilidad macroeconómica, lo central es atender el tema tributario-fiscal, pues la presión tributaria (recaudación respecto del PBI) es baja, está en 14 % cuando debería estar en el entorno del 20 %. Pero, no basta con asegurar más ingresos fiscales cuando se tiene un ejecutivo, en sus tres niveles (nacional, regional y local), sin capacidad y experiencia para asegurar una gestión eficiente y eficaz de tales recursos. Resolver esto exige reforma tributaria y del ejecutivo. El tema institucional, que es crítico pues basta ver lo rezagado que estamos según el Foro Económico Mundial, demanda profundizar las reformas iniciadas de la justicia y la política.

Para dinamizar la inversión, en particular la privada y con énfasis en cerrar la brecha de infraestructura, corresponde en especial resolver el deterioro del ambiente de negocios, conforme lo señala el estudio Haciendo Negocios del Banco Mundial, simplificando procesos, desregulando y eliminando barreras burocráticas, a la par con potenciar las asociaciones público-privadas y atender de manera oportuna los conflictos sociales pues su efecto se expande a múltiples sectores económicos.

En cuanto a incrementar de manera permanente la productividad, que es el aspecto más relevante para el crecimiento potencial con visión de mediano-largo plazo, esta requiere llevar adelante las reformas estructurales pendientes, en especial la laboral y la orientada al capital humano como es la salud y educación e innovación, ciencia y tecnología.







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