Por Stakeholders

Lectura de:

José Palma
Presidente Red de Acción Climática


En vista que el cambio climático llegó para quedarse, grandes empresas han comenzado a medir y gestionar sus emisiones de GEI (Gas de Efecto Invernadero) y consumo energético. Muchos han establecido objetivos para reducir sus emisiones y han trabajado con proveedores y clientes para reducirlas.

Sin embargo, la acción climática sigue tomándose como un tema de eficiencia operativa y no de creación de valor sostenible a largo plazo. La mayoría de las empresas han centrado sus esfuerzos en acciones que proporcionan rendimientos de bajo riesgo y donde los costos son relativamente bajos. Este enfoque es frecuente cuando las acciones implican inversiones de capital o cuando estas podrían comprometer a la empresa con un curso de acción específico (por ejemplo, descontinuar una línea de productos).

Las empresas citan las incertidumbres en las políticas de cambio climático a nivel nacional e internacional, como la principal barrera para que piensen en el cambio climático solo en términos de costos y beneficios a corto plazo. Si bien hay una lógica en esta línea, es sorprendente que el cambio climático, no se vea exactamente igual que muchos de los otros temas estratégicos que las empresas deben abordar para su supervivencia en el largo plazo. Es por esto que el cambio climático debe llevar a una transformación estructural a largo plazo en los modelos de negocios.

Desde el punto de vista estratégico, la conclusión es que las empresas deben evaluar como el cambio climático afecta su negocio para poder tomar decisiones que tengan en cuenta la trayectoria a largo plazo de la política de cambio climático, pero que sean lo suficientemente sólidas y flexibles como para responder a los inevitables cambios en el contexto empresarial, de mercado y político en el que trabajan.

¿Cómo llevar esto a la práctica?
Las empresas necesitan:
1) Ampliar los horizontes temporales que utilizan en sus procesos de evaluación de riesgos y estrategias corporativas. La mayoría se concentra en los riesgos a corto y medio plazo, normalmente aquellos con un horizonte temporal máximo de 3 a 5 años. Como los efectos del cambio climático son probabilísticos y es probable que ocurran a largo plazo, es probable que este marco de referencia de 3 a 5 años vea muchas dimensiones importantes del riesgo relacionado con el cambio climático excluidas del análisis.

2) Revisar sus procesos de inversión de capital, considerando el cambio climático en estas decisiones (por ejemplo la fijación de un precio al carbono, a través de la consideración de una serie de escenarios sobre la regulación y los impactos físicos del cambio climático). Así se maximiza la probabilidad de que las empresas tomen decisiones que no se traduzcan en activos obsoletos o en la pérdida de ingresos por cambios regulatorios o de otro tipo en relación con el cambio climático, y se evitará la necesidad de realizar amplios reajustes en una fecha posterior.

3) Construir información corporativa, conocimiento y experiencia sobre el cambio climático. Las empresas que han ido más lejos en este tema hacen hincapié en el tiempo y esfuerzo invertido en probar nuevas tecnologías y enfoques. Esto significa que cuando se trata de inversiones (la nueva flota de vehículos eléctricos), comprenden no sólo los aspectos financieros de sus decisiones, sino también las implicaciones operativas y de otro tipo que le generarán ahorro y créditos en el largo plazo (menor costo de mantenimiento de los vehículos, regulación ad hoc pro movilidad eléctrica, beneficios tributarios y una imagen positiva frente a su clientes).

En conclusión, el cambio climático es un tema estratégico para las empresas, y debe ser visto como tal.







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