Por Stakeholders

Lectura de:

Paloma Roldán
Directora ejecutiva de Ciudad Saludable


La economía circular es una oportunidad para imaginarnos una forma de vivir, donde el crecimiento económico puede lograrse haciendo buenos negocios con un enfoque preventivo en términos socioambientales. Es a su vez, una invitación a que cada miembro de nuestra sociedad, desde donde esté, cumpla el rol que necesitamos como país para hacer tangibles los beneficios de este nuevo sistema de producción y consumo.

Y podemos ir más allá, si logramos imaginarnos por un momento el recorrido que puede hacer un producto cualquiera que consumimos y que viene en un envase como una botella plástica, caja de cartón o  lata de aluminio. Ese producto ha tenido un gran recorrido desde su diseño hasta llegar a nuestras manos como consumidores, y continuará su viaje una vez que su vida útil con nosotros haya concluido. Esto quiere decir que las empresas, además de tener el reto de un ecodiseño que contemple un análisis de ciclo de vida y, por lo tanto, una mayor reciclabilidad en sus productos, una producción limpia, una logística y vías de comercialización ecoeficientes, tienen el reto de identificar y sumarse a alternativas para cerrar el círculo a través de opciones de recuperación de los residuos reciclables. Estos, gracias al eco, pueden contar con potencial de reincorporación en la cadena productiva del mismo sector del que provienen originalmente o pueden ser materia prima para otro. En el primer caso, el ejemplo más difundido en nuestro medio está en el sector bebidas donde el B to B es una realidad que mueve la industria local.

Entonces, hablamos de un modelo de negocio circular donde si bien las empresas colocan en el mercado una serie de productos circulares, es decir, con menor generación de residuos, existe una responsabilidad compartida con los gobiernos locales que tienen como función la gestión integral de los residuos sólidos a nivel municipal.

Esto significa una oportunidad para crear valor compartido, ya que una empresa puede sumarse al Programa de Segregación en la Fuente y Recolección Selectiva de residuos sólidos con inclusión de recicladores formalizados, por ejemplo. En ese caso, la organización de recicladores que cumple con los requisitos de la Ley 29419 que regula la actividad de los recicladores, y su reglamento, trabaja de manera directa con el municipio local y recupera el material reciclable, le da valor agregado a través del lavado, compactación y picado, y lo comercializa de manera formal con empresas que se encargan de generar nuevos productos que luego saldrán al mercado.

En un país como Perú donde más de 108 mil personas se dedican a la recuperación de materiales reciclables y solo el 10 % se encuentra formalizado, la economía circular no puede desligarse del reciclaje inclusivo y más bien se constituye en una alternativa para generar valor en diferentes sentidos como son la creación de empleos verdes y dignos en este actor socio económico. En ese sentido, las organizaciones de recicladores deben ser vistas como un actor clave en la cadena de producción nacional.

Finalmente, los consumidores son quienes tienen el poder de elegir los productos del mercado y debemos pedirles que premien a las empresas eligiendo aquellas marcas que cumplen con preservar y optimizar el uso de los recursos naturales, que incorporan materiales de origen reciclado y que brindan información sobre ello y a dónde llevar el envase del producto una vez que se acabe el contenido o tiempo de vida útil.

Solo si cada actor cumple su papel a conciencia en este círculo virtuoso podremos tener el Perú sostenible que necesitamos, uno donde el crecimiento sea compartido porque economía circular somos todos.

 







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