Por Stakeholders

Lectura de:

Pedro Heredia
Gerente general de Greenfields Minerals


Cuando hablamos del agua, quizá cada uno puede tener en la mente algo usual sobre ella. Pero, ¿cuántos podemos recapacitar acerca de su importancia? Cada uno podrá relacionar dicha importancia con un interés individual o quizá comunitario. Esto, de seguro, dependerá mucho de cuánta, qué calidad y cuán apreciada por su escasez es en su entorno inmediato.

Existen hoy personas que, increíblemente, podrían pasar por alto su hoy casi condicionado uso. Y es que, en algunos años, quizá, sea un problema poder contar con ella. Aunque parezca exagerado, es una posibilidad latente. Entonces, es hora de poner una ponderación en su uso, reúso y un especial y escrupuloso énfasis en cómo afectamos el circuito natural del agua.

En el rubro minero, como en la mayoría de ámbitos de la industria, su uso es tan importante como el que significa para la humanidad su consumo: la producción la hace imprescindible. Pero acá existe un pequeño parámetro que debemos considerar: si queremos intentar mantener de algún modo el equilibrio lo más seguro es que tengamos que invertir más dinero que el que hasta estos últimos tiempos consideramos invertir.

No es para nada grato, ni mucho menos soslayable, ver cómo poblaciones pierden su recurso más importante por la poca o nula intención de algunas empresas de cuidarlo. Algunos colegas afirman que, antes las leyes no exigían tener un cuidado especial con los recursos hídricos. Prueba de ello es el colapso de lagunas o la contaminación de ríos que, por años, han soportado ese desdén de nuestra parte. ¿Acaso una ley debía advertirnos de que con desecho tóxicos estábamos matando algún tipo de vida o vulnerando la salud de algunas poblaciones aledañas? La cuestión fue –y es- cultural.

La consideración no es un parámetro que esté en el común de nosotros. Y “si no me afecta, pues no me debe importar”. Esta triste realidad significa a nuestro país, en varios casos, un retroceso en lo que deberíamos llamar desarrollo sostenible, en función de un desarrollo hoy muy exclusivamente considerado, llamado desarrollo económico. Pero, como en todo lo relacionado a él, debemos escudriñar cómo se plasma o manifiesta, o en qué se traduce dicho crecimiento. Acá, el detalle más importante del eslabón productivo extractivo: la administración pública de los recursos económicos generados. Si los recursos que se obtienen no significan cuidado, salud y educación de calidad, oportunidades, sólo tendremos “tótems” pero no necesariamente aquello que es imprescindible para tener una mejor calidad de vida.

Urgimos de tener una mejor calidad de ciudadanos, que encuentren en una formación sólida, escolar y profesional el camino a participar de las soluciones de nuestro tan variado país. Sean en el sector de las poblaciones como el sector empresarial. Si la minería va a significar peligros más allá de lo que la naturaleza da, creo que es mejor replantear las cosas. Porque, para hacer minería hay que hacerla de la mejor manera, así eso signifique considerar más inversiones para menguar posibles impactos negativos. Porque a todos nos conviene que se genere divisas pero siempre y cuando éstas sean destinadas a suplir necesidades. Asimismo, necesitamos un sector minero responsable en  todos sus niveles, que no sólo planifique, sino que sepa comunicar con claridad aquello que se hará, teniendo siempre un comportamiento que brinde confianza a la población. De otro modo, no sólo se afectará proyectos puntuales, sino que todo el sector caerá en el descrédito.

Empecemos, a modo de propuesta, por considerar a profesionales del rubro en los puestos clave, en los que se deben tomar las decisiones, siempre al amparo de lo que equipos multidisciplinarios puedan definir como alternativas inocuas, eficientes y rentables. De eso se trata, de pensar todos en la mejor opción, y no en pensar desidiosamente, generando así conflictos, sea por acción o por omisión. Esto es responsabilidad de todos.







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