Por Stakeholders

Lectura de:

Por: Baltazar Caravedo
Presidente de Sistema B Perú

Los desastres provocados por las lluvias y huaycos en nuestro país son el resultado de una variedad de elementos que es necesario identificar para su mejor comprensión.

Por un lado, el fenómeno climático al que se le ha denominado “Niño Costero”, probablemente es una de las manifestaciones del cambio climático que soportamos como planeta. En esto último interviene la forma en que la humanidad se ha organizado para producir. Toda actividad productiva genera impactos en los diversos planos y dimensiones a lo largo de los cuales nos desplegamos, siendo uno de estos el ambiental. Con el avance del conocimiento de nuestro mundo se empezó a tener una inicial consciencia del problema climático desde la década de los setenta.

Las entidades preocupadas por estos temas llamaron la atención de los gobiernos, las organizaciones sociales y las empresas, y propusieron pistas para la acción de modo de reducir el riesgo a la continuidad de la vida sobre la Tierra. La desconfianza o incredulidad respecto de lo que decían las investigaciones contribuyeron a minimizar la urgencia. No se pudo plasmar un compromiso colectivo más allá de los documentos firmados al final de las Conferencias y eventos similares. La práctica humana siguió siendo contradictoria en sus diferentes manifestaciones. El sentido animal de lo inmediato se impuso al sentido supremo de la humanidad.

De otro lado, la dinámica política y económica internacional ha estado atrapada por una lógica de poder que se ha plasmado en diferentes momentos de modos distintos. La tensión de la guerra fría provocó un enfrentamiento ideológico entre capitalismo y libertad vs comunismo y control. La creación de la Comunidad Económica Europea y, luego, la Unión Europea desplazó el eje de las disputas, permitió la emergencia de un mundo multipolar, dando origen a nuevos comportamientos diplomáticos, militares y económicos.

El desmoronamiento de la Unión Soviética modificó el eje de referencia alterando el contenido que avivaba las disputas. Se abrió paso a la globalización, se incrementó el intercambio económico y cultural entre países, entre hemisferio norte y sur. China modificó sus políticas comerciales y se convirtió en un territorio atractivo para la inversión de empresas multinacionales. Crecieron las economías de los países más rezagados, se desdibujó el peso de los estados nacionales, se abrió más el espacio para las empresas transnacionales, se introdujo una nueva concepción de colaboración para enfrentar el desarrollo, en la que intervenía más claramente la empresa privada: responsabilidad social. En todo este curso la consciencia y preocupación por el desarrollo sostenible se convirtió en una posibilidad de unidad mundial.

Los cambios recientes producidos en los gobiernos y políticas de algunos países del hemisferio norte parece que alteraran el mundo globalizado con consecuencias que no podemos establecer aún claramente: la emergencia de nacionalismos económicos proteccionistas, el resurgimiento de actitudes, comportamientos y políticas de discriminación racial y étnica, la ideología de “nosotros primero”, el incremento del presupuesto militar en países poderosos, entre otros, han desplazado en ciertos ambientes los objetivos de desarrollo sostenible, y los valores de la colaboración y la solidaridad.

En tercer lugar, el Perú es parte de la dinámica del sistema que hemos, someramente, descrito. Aquí hay que destacar un aspecto muy significativo relacionado al desarrollo de países como el nuestro. Los planes y propuestas esbozadas por los gobiernos de turno no han tenido el interés real y único de producir la transformación social y mejorar la situación de sus habitantes. La corrupción ha sido la lógica de los emprendimientos políticos.

Como diría Aristóteles “…en cuanto a los hombres de Estado consagrados a la política, los más de ellos…no son realmente políticos…sólo abrazan este género de vida por codicia o ambición” (Ética eudemia, Losada, 2003, p. 18). Y a ello han contribuido empresas transnacionales, capaces de actuar en territorios nacionales, alimentando la perversidad y la inhumanidad aprovechando la disponibilidad de los más codiciosos. Los costos y la calidad técnica de muchos de los proyectos no corresponden ni a la realidad ni a la necesidad de nuestras poblaciones. De allí que las inclemencias de la Naturaleza hayan destruido carreteras, puentes y viviendas, dejando en la miseria, especialmente, a los más desprotegidos.

La Naturaleza se ha rebelado contra nosotros, los que tenemos poder y los que no lo tenemos.

Es una llamada de atención al mundo.







Continúa con tu red social preferida

Al continuar serás un suscriptor gratuito

O continúa tu correo.

Escriba su correo electrónico con el que se suscribió para acceder

Suscríbete

Ya me suscribí.